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Es una noche tranquila, tal vez demasiado tranquila para su acelerado organismo que todavía tiene litros de cafeína recorriendo sus venas. Esta ya tan acostumbrado a las horas extras que ahora cuando tiene la oportunidad no puede conciliar sueño.

Una hilera de humo se levanta hacia la luna llena, sabe que la cafeína y el tabaco no van de la mano pero no tiene de otra, él necesitaba relajarse de algún modo para evitar enloquecer. Antes tenía otros métodos un poco más "sanos" por así decirlo pero claro todo se fue al caño después de esa noche. Todo, sus pequeñas cacerías, su nombre que le costó años limpiarlo y de paso la relación que tenía con Grell Sutcliff.

Sutcliff... En estos últimos meses ese nombre suena mucho a su alrededor y ahora mucho más desde que...

"¡¡AHHH!!"

Desde que se mudo al departamento que esta justo cruzando el corredor. Este grito lo pone en alerta, por unos momentos se queda pensando en el solitario corredor si debía atreverse a tocar la puerta contraria. Al final no termina haciendo nada, tal vez Sutcliff solo estaba jugando... O al menos eso esperaba.

En el departamento contrario para ser más exactos en la habitación, se encontraba una temblorosa Grelle que le estaba encajando las uñas a un pequeño conejo de peluche ya viejo y desgastado. Si alguien dijera que Grell Sutcliff detestaba con el alma dormir sola porque tenía miedo miedos nocturnos creerían que esta loco pero de hecho estaría diciendo la verdad : La dama de la muerte no tolera estar sola en la oscuridad, le trae malos recuerdos...

-- ¿D- Dónde estás? -- Susurra todavía asustada en busca de algo más cálido que el abrazo de un peluche -- C- Crevan...

Su susurro es inútil, ella sabe bien que su pareja no vendrá a socorrerla ni ahora ni en mucho tiempo hasta que se sepa si el parásito se puede contagiar por contacto. Igual, el abrazo de Crevan en estos últimos días se sentía diferente, ya no ofrecía la misma calidez que antes y por eso mismo es que ella ya no le decía nada de sus pesadillas; prefería aferrarse a sus desgastados peluches que tuvo mucho tiempo guardados, tanto que incluso conservaban un olor familiar.

-- William...

Susurra mientras intenta conciliar sueño otra vez, el pelinegro conoció todos y cada uno de sus temores así como ella conoció todas y cada una de sus manías secretas. Era chistoso, su relación después de que lo descubriera aquella noche se basó en tres cosas: Mantener protegido el secreto del gerente, la adrenalina de las matanzas nocturnas y por supuesto el sexo que mantenía callado al carmín.

A pesar de eso, ellos llegaron a tener momentos lo suficientemente íntimos como para descubrir los pequeños detalles que cada uno de los dos guardaba. Fue así como lentamente esa pasión que la adrenalina y la atracción física que empezó a tomar otro tipo de colores, Grell ya no solo quería ser como un escape secreto, cuando uno empieza a rozar su primer siglo de edad se empiezan a ver las cosas de otro modo, es decir, era emocionante como llevaban las cosas hasta el momento pero quería más, mucho más, ella quería o más bien necesitaba escuchar de la boca de William esas dos palabritas que había deseado escuchar por casi un siglo, solo dos palabras y podría seguir con este ciclo eterno de masacre y pasión que era su existencia.

Pero William no parecía estar dispuesto a dar ese paso, había muchos más hombres a su alrededor y sin embargo por la indecisión de él no podía irse pero tampoco quedarse. Poco a poco su paciencia se fue mermando y acabo envuelta con esa bella dama de rojo que a pesar de su final en verdad le amó. Después de eso, la indecisión de William fue todavía peor; era obvio ya que fue el dolor de una infidelidad lo que lo condenó a este tipo de existencia.

Pero lo que pasó después... Lo que pasó después no lo pudo pasar por alto, fue un siglo de espera que se fue a la basura por el egoísmo de William. Una lágrima sale al recordar esto, la verdad es que todavía no podía pasar por alto el dolor que sintió aquella noche...

Diagnosis: False ParasiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora