21.

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Nairobi.

—No entiendo nada, Nai.— me dijo Troca, mientras le agregaba azúcar a su té. —¿Podes explicarme porque querías que venga?

—Porque... Tengo que contarte algo.— solté, jugando con los cordones de mi buzo oversize. Si, había prometido no ocultarlo mucho tiempo y ahora llevaba cinco meses embarazada. Cosas de la vida. —No sé como te lo vas a tomar, y menos sé como se lo va a tomar tu hermano.

—Hace meses te notamos rara ¿Pasa algo grave?

—Sí.— dije, acomodándome en la silla, él me mira fijamente. —Estoy embarazada, Troca.

Él queda unos segundos recalculando.
—¿De mí?— lo miré mal, él soltó una risa.
—Bien ahí, cuña.

—¿Vos sos imbécil? H no sabe nada.

—¿En serio?— me miró impactado. —¿Hace cuánto?

—Cinco meses.— estiré un poco mi buzo hacia atrás, haciendo notar mi pancita que, aunque era chica, se notaba. —Y te juro que no sé que hacer, cada vez estoy más estancada.

Él negó. —Voy a ser tío, wacho...— soltó alucinado.

—¡Troca, concetrate!— exclamé.

—Bueno, perdón.— dijo, dándole un sorbo al té. —¿Y de que tenés miedo, tonta? Lucas se va a poner feliz, si vos sos la mujer de su vida.

—Si, pero ¿Por cuánto? Nosotros somos novios, no estamos totalmente casados y nos pensamos los amores de nuestra vida hasta que la muerte nos separe. Es complicado...

—Vos deciselo. Lo que suceda después va después, pero eso no va a tener nada que ver con el hijo que van a tener.— aconsejó. —No podes seguir remándola sola, y cuanto más te atrases en contarle, más se va a enojar cuando sepa la verdad...— asentí. —¿Qué?

—Mi hermano es medio boludito ¿No? Digo, porque vos estás de cinco meses y el pelotudo te garcha y ni cuenta se da de nada.— solté una risa, tenía razón, aunque ya no cogíamos hace un mes.
—¿Necesitabas algo más de mí?

—Que me prometas que no vas a decir nada.— pedí.

—Prometido.— sonrió. —¿Vamos a casa? Están todos los chicos allá y podes aprovechar para hablar con H.

No tenia planeado hacerlo hoy pero, si no lo hacia ahora, no lo hacia más.
Agarré mis cosas y caminamos hasta su auto, comenzó a conducir con canciones de Bad Bunny de fondo, mientras yo las iba tatareando.
Cuando llegamos hasta la mansión Mdb, H estaba sentado en el sillón jugando a la play con Cenfe, quien tenia a Julieta sobre sus piernas, ya no se encargaban de ocultar lo que tenían.

—Hola amor.— me dijo mi novio. —¿Todo bien?— me acerqué a darle un beso, mientras que él no despegaba su mirada de la pantalla.

—Si, maso menos, tenemos que hablar.

Julieta me miró fijo y asentí, haciéndole saber que había llegado el momento. Me sonrió a boca cerrada y tomé una bocanada de aire.

¿Estaba lista para decírselo?

tardes grises | homer el mero meroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora