22.

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Nairobi.

—¿Pasó algo?— me preguntó, alzando una ceja.

—No es muy grave... O sí.

—No me asustes.— dijo.

—Hablemos después.

—No, ahora quiero que me digas. Vamos a mi cuarto.— soltó, mientras que tomaba mi mano y me guiaba por el pasillo hasta llegar a su habitación. Una vez ahí, se sentó en la punta de la cama y me miró fijo. —Contame.

—Que...— suspiré. —Es difícil y estoy muy asustada, Lucas.

—Si vos no me contas, no puedo ayudarte, amor. Dale, hablá.

—Estoy embarazada.— solté sin más.
—De cinco meses.

Su rostro cambió inmediatamente. Nos quedamos en silencio dos minutos que parecieron dos horas. Restregó sus ojos, pensando que podría despertarse de algo que pensaba que era un sueño. Pero no. Era muy real.

—¿De cuánto dijiste?

—Cinco meses.— respondí.

—Osea que...— suspiró. —¿Porqué no me lo dijiste antes?

—No fue fácil para mí enterarme. Mi energía completa estaba puesta en mi mamá y cuando lo supe, no sabia donde meterme. Entonces creí que ocultándolo bastante tiempo podría hacer tiempo y encontrar la forma de decírtelo. Pero nunca se me dió el momento, o mejor dicho el valor.— dije. —Mis amigas lo saben y... Troca también. Le pedí un consejo y me dijo que te lo dijera lo antes posible.

—Es que, en realidad, yo tendría que ser el primero en enterarme. Imagínate si yo quería tomar una decisión también. Entiendo que es de los dos pero, también tengo que poner parte de la decisión.— soltó, parecía un poco enojado y lo entendía ¿En qué cabeza cabe que se lo oculte durante cinco meses? —¿Y vos, como estás?

—No sé.— respondí levantando mis hombros. —Bien, creo... ¿Estás enojado?

—Un poco, pero no por tu embarazo, si no por tu falta de confianza.— contestó.
—Se supone que yo soy una de las personas en las que más tenés que confiar y soy el último en enterarme que voy a ser papá...— me atrajo hacia él, logrando que me siente sobre sus piernas y apoyó una mano en mi abdomen. —¿Cómo no me di cuenta antes? Dios mío, soy un boludo.

Me reí. —Lo mismo dijo tu hermano.

—Vamos a ser papás, Nairobi ¿Te das cuenta de eso?— asentí y besó mis labios. —Te amo, mi reina.

—Te amo mucho más.

_________

Cuatro meses después.

04:50 A.M

—¿A dónde vas?— le pregunté a mi novio, quien se colocaba su campera de Nike y agarraba sus llaves.

—A hacer unas cosas con Cenfe, vos quedate tranqui acá.

—¿A dónde vas, Lucas?— volví a preguntar, todos los días se iba algún lado y era bastante raro cuando lo hacía, como que se escapaba de su propia casa. —¿Me podes contestar?

—¿No escuchaste? Voy a hacer unas cosas con Tomás, no jodas y dormí.

Bufé molesta y me di vuelta. Estaba cursando mi último mes de embarazo de un varoncito llamado Uriel.

Él no dijo nada más y se fue, pero yo no iba a quedarme ahí acostada porque aparte de todo, se me había ido el sueño.
Caminé saliendo de la habitación, en el sillón y con un café entre sus manos estaba Julieta.

—¿Sabes a dónde van éstos?— le pregunté sentándome a su lado.

—Lamentablemente, no. Osea, no con exactitud, pero si sé que están arreglando unos problemas con la banda que les hace competencia...

—Tengo miedo.— confesé.

—Yo también.— me miró. —Estos hombres son unos pelotudos. La verdad, creí a Lucas un poquito más consciente y que no iría a esa balacera, pero veo que me confundí.

Tragué saliva.

No quería mi hijx se quede sin padre.

tardes grises | homer el mero meroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora