30 • Final.

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Nairobi.

Nos paramos frente al Río y lo quedé observando un buen rato. Julieta estaba igual de estupefacta que yo. No sabía que hacer, como actuar, que decir.

—¿Qué le vas a responder?— me preguntó.

Me encogí de hombros. —No tengo idea.

[Dos días antes.]

El after había empezado. Lucas y yo nos encontrábamos bien, no estábamos ni re tomados, ni re conscientes. Yo estaba en la hamaca mientras que el morocho me empujaba y nos reíamos de las boludeces que hacía Troca en pedo.

—Nai, ¿Podemos hablar?— preguntó H.

—¿Ahora?— asintió. —Está bien. Ahí venimos, chicos.— ellos no nos dieron mucha bola de todos modos. Nos sentamos en el paso bastante alejados, viendo como los autos pasaban, seguro parecíamos unos fisuras, en realidad, estábamos re fisuras. —¿Qué pasa?

—Nada... Es que estoy feliz.

Sonreí. —¿Y porqué?

Podría decirse que, él se estaba esforzando cada día más en ser mejor persona, estaba enmendando su error. Se salió de esos negocios turbios y arregló cualquier problema que le haya quedado.

—Porque siento que tengo una familia. Osea, siempre la tuve, mis amigos son mi familia. Pero, me refiero que ahora tengo la mía ¿Entendes? Vos, Uriel y yo.— todo lo que decía, parecía robarse mi aliento de lo tan feliz que me ponía. —Y.. Quería preguntarte, si vos... En el caso de que me hayas perdonado...— suspiró y sacó de su bolsillo una cajita. —Sé que no es lo más romántico del mundo, pero es lo más sincero ¿Te querés casar conmigo?

[Actualidad]

—¿Vos querés casarte?— asentí. —¿Lucas es el amor de tu vida?— volví a asentir. —¿Entonces, porque tantas dudas, Nairobi? Todos sabemos lo felices que se hacen mutuamente.

La miré. —Amiga...— sentí como mi pecho se invadía de emoción. —Le voy a decir que sí.

Ella me abrazó.

Decirle a Lucas que necesitaba tiempo para pensarlo fue incómodo. Él se quedó shockeado y yo en ese momento, también.

Pero ahora no había más dudas.

Él era el hombre de mi vida, y yo, la mujer de su vida.

___________

Cinco meses después.

—Ah, no me digas.— dijo Julieta entrando a la habitación, comencé a reírme. —¿En serio?

Me había bajado el vestido de novia para darle de amamantar a Uriel y yo salía en menos de quince minutos.

—Perdón, es que no quiero que llore. Y encima cuando estoy nerviosa, produzco más leche.— respondí.

—Es hoy, amiga.— chilló Luchi entrando.
—Estás preciosa.

Mordí mi labio inferior. —Gracias, ustedes también.

Nada más y nada menos que Patricia, Luciana y Julieta serían mis damas de honor. Cenfe me escoltaría y luego iríamos al hospital a ver a mi mamá, quien deseaba con todas sus fuerzas verme vestida de novia y yo, deseaba con todas mis fuerzas que ella pueda verme así.

La puerta sonó; —Chicas, tienen que estar abajo ya.

—Ay, Dios.— murmuré.

Me ayudaron a colocarme nuevamente el vestido y dejaron en el coche a Uriel, quien estaba entre dormido. Comenzamos a bajar las escaleras con cuidado, miles de personas que laburaron día y noche para darme el casamiento de mis sueños iban de acá para allá.

Cerreo me esperaba en la puerta.

—Nosotras nos vamos por el otro lado. Va a estar todo bien, amiga, te amo.— dijo Julieta, y se fueron rápidamente.

—Estás hermosa, cuña.— me dijo Tomás.

—Gracias, vos también.

—Hache está que se desmaya. No puede más.— se rió. —¿Y vos cómo estás?

—Igual o peor.— contesté riendo.

—Ya vas a ver que es al pedo que se ponen así, el amor que se tienen ustedes es indudable.

La marcha nupcial comenzó a sonar y entrelacé mi brazo con el de Tomás.

Ya está.

No había vuelta atrás y no quería que la hubiera.

Lucas era el amor de mi vida, no me cabían dudas.

Comencé a caminar junto a Tomás quien sonreía. Yo seguramente también sonreía pero, parecía que estaba en una especie de sueño muy irreal. No sabia si lo estaba haciendo bien, si estaba yendo por el camino correcto, si me había desmayado y se trataba de un sueño...

No sabia nada hasta que me paré frente a él.

Y él secó sus lágrimas y murmuró:
—Estás hermosa.

Ahí supe que todo era completamente real.

Miré a Uriel quien ya estaba despierto y no paraba de mirarnos. El padre comenzó a hablar, aunque no logré escuchar ni la mitad de lo perdida en la belleza de Lucas que estaba. Este mismo, entrelazó nuestras manos y dejó un beso en una de las mías.

Dijimos que sí, nos colocamos los anillos, pero antes del beso; —Si tienen o si quieren, pueden decir sus votos matrimoniales.

—Empiezo yo.— pedí apresuradamente. Escuchar hablar a Lucas primero me haría congestionarme al punto de poder hablar después. —Bueno, esto... Me parece increíble. Muy poco creíble que la nena que no tenía ni un mango para comer hoy esté siendo amada de una forma brutal y casándose a lo grande. Nada de esto pudiera haber sido posible sin Lucas. Todos cometemos errores y todos deben tener una segunda oportunidad porque nadie es perfecto. Sé que es algo que se dice para justificar cosas pero, se darían cuenta que queda tal cual con mi esposo. Llegué a su vida creyendo que seria algo fugaz y ahora estamos jurándonos a la eternidad. Me hacía la tonta, pero yo siempre esperé esto con Lucas Gimenez, el hombre de mi vida. Te amo amor, no me imagino sin vos.

Él sonrió. —Me vas a hacer llorar, boluda.— dijo, haciendo que todos rían. —Uh, disculpe, padre.— esta vez, me reí yo, secando las lágrimas que caían por mis mejillas, por suerte traía maquillaje aprueba de agua. —¿Qué decir después de éso, no?— suspiró. —Pensaba que escribiéndote un texto súper tierno que explique todo lo que sentí cuando te vi seria suficiente pero, me doy cuenta que lo planeado no es lo mío y me guío más con la espontaneidad... Nairobi, sos la mujer de mi vida. Nunca le dije eso a nadie. Ni a mi mamá. Lo sos todo. La madre de mi hijo, la persona con la cual me proyecté, la que me hizo enamorarme en menos de dos días, la que no salió de mi mente, la que me aceptó pese a mis cambios de humor y mis miles de preguntas sin respuestas.
El resto podía irse a la mierda, pero vos estabas. Siempre estuviste y sé que siempre vas a estar. Hoy sellamos nuestro amor con la bendición del pase y dos anillos pero, nuestro amor estuvo sellado el día que te dije que te amo por primera vez o el día que nació Uriel. Nairobi, mis tardes eran grises, pero vos hiciste que salga el sol.

Fin.

__________

Y se terminó *llora*.
Tuve mil dudas con esta novela, pero un día dije "que carajos? cómo la vas a borrar?" y acá está, con un cierre re lindo. Mi idea originalmente era que tenga un final triste pero, el destino y la espontaneidad me llevó a esto.

Todos alguna vez tuvimos tardes grises
y todos alguna vez tuvimos alguien que haya hecho que salga el sol. <3

Espero que todos estén bien
y que les haya gustado.

Lxs amo. 💜

tardes grises | homer el mero meroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora