13.

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Nairobi.

La noche iba bien, pero a la vez no. La llegada de las minas había sido tan multitudinaria que los hombres estaban detrás de ellas por el simple hecho de querer ponérsela. Hache también. No creo que se anime a intimar con alguna en la misma casa donde yo estaba, pero veía sus miradas sobre el cuerpo de las chicas, con deseo, como si fuese algo imposible porque yo se lo impedía.

-Basta de mirarlo, lo vas a ojear.- dijo Julieta, tomándome del mentón. -Tenés que confiar en él, no te va a hacer nada si es buena persona.

Suspiré. -Es que estamos bien, y no quiero sufrir...

-Más sufrís estando tan pendiente. Veni, vamos a bailar

Fuimos al medio de la pista, la música sonaba muy fuerte, de manera que, si estabas medio loco, volabas.

A causas de que la gente estaba amontonada comenzabas a transpirar, entonces yo sentía el agarre de Julieta en mis caderas, mientras que nuestros cuerpos se pegaban a causa del sudor.

De un momento a otro junté su boca con la mía, quizás en un acto reflejo a causa de el momento, no era la primera vez que pasaba, ya era costumbre de hacerlo una vez estando pasada de copas. -Nunca me voy a cansar de decir que la que me pone caliente en menos de cuatro minutos, sos vos.- susurró riendo, mientras achinaba los ojos.

Me di vuelta para seguir bailándole, pero se vió interrumpido porque Lucas llegó. Me tomó del brazo y me alejó de la pista. -¿Qué haces?- pregunté enojada.

-¿Vos que haces?

-Estaba bailando con mi amiga, Lucas.

-Y besándola.- estaba enojado, lo notaba en su cara, te hacia estremecer.
-Vamos.- agarró mi brazo con autoridad y subimos las escaleras, al llegar al cuarto, me tiró con brusquedad a la cama y se acostó encima mío. Capturó sus labios con los mios en un beso que decia mucho, como que estaba necesitado de mi, al igual que yo de él. Sentí su agarre en mi cadera, fuerte, autoritario, mostrando que él no era como los demás. -Te portaste mal...Y te voy a tener que castigar.- murmuró contra mi boca.

-Sí...- jadeé al sentir sus besos en mi cuello. Se deshizo de mi top para comenzar a besar y morder mis pechos, lo tomé de el pelo para que continuara, porque mi cuerpo hasta ese momento era un colapso de emociones. Bajó mi pantalón y mi ropa interior con rapidez, se desnudó también, pero antes de continuar, llevó su boca a mi zona para comenzar a darme placer. -Lucas...- gemí fuerte. Rozó con la punta de su miembro mi entrada, causando que me desespere aún más. -Lucas, por favor...- rogué sintiendo como los espasmos me invadían. -Lucas...- me volteó, dejándome en cuatro, para tomar mi pelo y morder el lóbulo de mi oreja.

Sentí su mano estamparse contra mi culo, a los segundos sentí un ardor, luego otra y así fueron cinco, cuando estaba por hablar, se introdució en mí y eso me hizo gemir. -¿Te vas a portar bien?- no contesté, así que volvió a nalguearme.

Solté un gemido cuando comenzó a moverse más rápido. -Si, Lucas...
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Ya era la mañana. Bajé las escaleras restregando mis ojos, abajo estaban todos ya desayunando. Julieta al mirarme, sonrió. -Tenés que agradecerme, chiquita. Sin mi, no hubieses garchado anoche.

Me reí sintiendo como mis mejillas se volvían rojas. -Basta, tonta.

Me serví café y me senté con ellos, mientras que hablaban de cualquier cosa que no le prestaba ni mínima atención. Estaba cansada, o aturdida, nunca había cogido tanto como anoche.

Lucas bajó las escaleras, estaba sin remera y con un short corto que dejaba mostrar el borde de su bóxer.

Mordí mi labio inferior.

-¡No, mira eso!- exclamó Tomás cuando este se dió la espalda, ya que estaba todo rasguñado gracias a mi. -Se dieron duro contra el muro y macizo contra el piso.

Una vez que se terminó de servir su café se sentó a mi lado, dejó un beso en mi boca y suspiró. -Al menos cojemos, herma.

Miré a mi hombre. Que por más de los errores, era quien yo quería de ahora en adelante.


tardes grises | homer el mero meroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora