Nairobi.
—Yo también te quiero, Lucas.— dije con una sonrisa para después abrazarlo.
—Sos hermosa.— susurró, volviendo a juntar nuestras bocas.
Terminamos de vestirnos y nos tiramos en la cama abrazados, ¿qué haría yo el día que él me faltara? todavía me lo preguntaba, y todavía le seguía temiendo a la respuesta: nada. no seria nada.
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Entramos a una casa un tanto normal por así decirlo, no como las anteriores todas lujosas que había visitado antes con Lucas. en el interior se escuchaban risas, como si hubiese gente dentro. nos dirigimos hacia dentro, nos encontramos un con grupo de chicos, entre ellos los que siempre los acompañaban; Troca, C.r.o, Franky y Chulu.
—¿Todo bien, Nai?— me preguntó Chulu, asentí.
—¿Y vos?
—Tranqui, ¿querés algo?
—Dale, fernet.— en un vaso bastante grande sirvió lo antes dicho y me lo entregó.
H pasó su brazo por mis hombros y sonreí, me sentia cómoda a su lado, me sentía bien. Los demás continuaron hablando sobre cualquier cosa, yo me quede ahí bebiendo el contenido de mi vaso mientras me mantenía en silencio, tampoco me interesaba mucho interactuar ya que solamente quería sentir el alcohol hacerme efecto y los besos de Lucas en mi cuello.
Un grupo de chicas voluptuosas y lindas se llevaron la atención de los hombres, así que dejaron de hablarnos por ir con ellas. —Creo que se ocuparon.— dijo mi acompañante. —Casi siempre son así igual, no me sorprende.
—Están solteros, tienen que aprovechar.— me encogí de hombros.
—Podrán estar con cualquiera de todas esas mujeres ¿viste?— asentí. —Pero, yo tuve la suerte de encontrarte a vos. Y te prometo que mientras estés a mi lado, no te va a faltar nada.
Sonreí y lo besé.
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Todo había finalizado y yo debía irme a mi casa, la vida podía ser muy bella al lado de Lucas, pero no tenía que olvidarme que tenia una madre que sufría, y que eso me hacia sufrir a mi. Porque podía irme de joda, consumir cosas y todo, aunque por dentro seguía siendo la misma. Mis tardes, continuaban siendo tardes grises.
Entré a mi casa luego de despedirme de Lucas quien me dijo que me llamaría.
—¡Ma!— exclamé.—¡En la cocina!— contestó en un tono medio roto, era notable ya en su voz que muchas fuerzas no le quedaban.
—Hola vieji.— la saludé, dejando un beso sobre su sien. —¿Cómo estás?
—Bien, ¿y vos, hijita? qué linda estás.
—Gracias, ma. Te tengo buenas noticias.— dejé las pastillas para su tratamiento sobre la mesa, me miró ilusionada y asentí haciendole saber que no era una clase alucinación, ella me abrazó. —Te amo.
—Por Dios... gracias, Nai. Sin vos no soy ni la mitad de lo que soy hoy.
Llené de besos su rostro y sequé las lágrimas que se deslizaban por mi rostro. —Te amo, mamá, por vos hago todo.
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El sol estaba radiante, era uno de esos días tibios que se pasaban en la plaza, entonces allí estaba, con mis amigas, compartiendo mate. —¿Y cómo garcha? tipo, frenético, o sexy, o romántico, o salvaje...— enumeró Luchi. —Porque no sé, yo los prefiero salvajes.
Reí. —Es un toque de ambos, salvaje y romántico, que se yo.
—El que me garcho yo...— dijo Julieta. —Es como frenético, ¿viste de esos que parecen que se transforman en bestias salvajes?— mordió su labio inferior.
—Así.—¿La tiene grande?— me interrogó Puchi.
—¡Atrevida!— exclamé riendo. —Igual sí.
Ellas chillaron. —Y el que se come Cazzu también la tiene re grande— dijo Pichu haciendo que esta se atragante. —Dale, admitilo, si Luchi ya lo sabe.
—Patricia.— se quejó Julieta, seria. —Yo no me como a ese, ni a ninguno.
Rodé los ojos, ella era así, prefería mantener escondida cualquier cosa que haga con un hombre para no manchar su ego, aunque de todos modos por dentro seguía estando igual de rota que siempre porque su novio la dejó por otra hace un par de años. Eso hizo que se convirtiera en la persona que es hoy.
—Cambiemos de tema, hay una joda en la casa de los Barderos, en tu casa, la de tu hombre.— exclamó Luciana.
—No es mi casa, y no es mi hombre.— contesté.
—Pero, no falta muy poco para que lo sea. ‘Maginate, la Nai siendo ¡La mujer de Homer el mero mero! Naaa.
¿Lucas me veía como algo más que su garche fijo? ¿O sólo me ilusionaba con mentiras para que me quede a su lado?
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tardes grises | homer el mero mero
RomanceSigo encerrado dando golpes contra la pared.