Capítulo 8 | Enlace.

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La marca en el cuello de mamá me era familiar. Ella no dejaba de mirar hacia el cielo y el sol no dejaba de acariciarla con sus rayos. Se quedó inmóvil unos minutos y esbozó una sonrisa tan radiante que nunca antes le había conocido. Se alejó de la ventana, y, sin más, comenzó a hablar. La luz que entraba por la ventana se esfumó.

—Los elfos podemos desarrollar un enlace con la persona que amamos de verdad. No hablo de meros intereses carnales, aunque también es parte. Este lazo es más bien afectivo, pero sobre todo espiritual. Es poder estar en perfecta armonía en cuerpo y alma con la otra parte del lazo siendo las piezas faltantes del otro.

Lo que mamá me estaba diciendo era lo que muchas veces me había dicho de pequeño, pero, con otras palabras. Sabía que todos se relacionaban mediante sus cuerpos, aunque ahora que había entendido lo que era un lazo eso era algo que carecía de importancia; si no podía conectar en alma y corazón con Agus, enlazar nuestros cuerpos era solo una utopía.

—Lo sé, siempre lo has dicho. Por favor, no recuerdes mi insensatez.

—Debes escucharlo —insistió—. Los lazos no pueden romperse fácilmente, y mucho menos en ti.

— ¿Qué hay de malo en mí?

No podían todos estar equivocados. Si mi propio padre y hermano me rechazaban y si mamá no pudo pasar tanto tiempo conmigo el del problema debía ser yo. Solo que ahora estaba afrontándolo conscientemente.

—Nada. No hay nada de malo en ti. Al contrario, es hermoso y mágico —las palabras de mamá sonaron a verdad.

Parecía haber olvidado que el límite de tiempo establecido para nosotros se había terminado. Quería saber, pero temía por su seguridad.

—Mamá, debes irte ahora, o el rey mandará a los guardias a buscarte.

—Lo siento, Sorin. Volveré en la mañana.

Cada vez que salía de mi habitación, mamá se despedía con un «lo siento», aunque nunca la culpé por la vida que viví en el palacio.

Me sentía perdido. No pude conectar en ese momento la información que había recibido.

Me tumbé en la cama para despejar mi mente, pero el peso de mis párpados me condujo a un sueño profundo. Imágenes sin sentido aparecieron en mis sueños: la marca en la nuca de mamá; mamá parada junto a la ventana; mi mano extendiéndose hacia el sol y Agus...

Me desperté bañado en sudor y asustado. La desilusión amorosa había pasado a un segundo plano; era evidente que un halo de misterio rodeaba mi existencia. Pensé en bañarme y comer limones para mantenerme del tamaño con el que me sentía cómodo, pero necesitaba saber qué significaba la marca de mamá. Por eso agarré todos los libros que había en el cuarto y busqué en cada uno de ellos hasta que encontré el mismo símbolo; representaba a una deidad muy antigua, a la deidad máxima: el rey del cielo, que todo lo veía.

Serendipia | Me encontróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora