Capítulo 25 | ¿Quieres ver más de cerca?

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Desde lejos los vi entrar en la tienda de Silas; la reacción de Valerian fue, en ese momento para mí, exagerada. Decidí dejar de pensar en ello y fui a mi tienda a descansar del escape espontáneamente planeado unas horas antes. Me quedé allí hasta que escuché los barullos de los soldados que no estaban de turno.

La noche llegaba y con ella la primera señal de la fogata diaria. Oí que algunos mencionaban mi nombre y lo tomé como una señal de un comportamiento con los otros que apenas estaba conociendo: la camaradería.

— ¡Hey, Agustín, ven! —alguien me llamó cuando apenas estaban comenzando.

Salí sin prisa, pero de inmediato me acerqué y tomé asiento al lado de Bibi; él era muy agradable y cada vez que bebíamos era una oportunidad para desafiarnos a beber más y más.

No pasó mucho tiempo antes de que Silas se sumara a la algarabía de sus hombres. Bebió algo de vino y me hizo una seña con la cabeza para que habláramos. Nos apartamos.

— ¿Qué ocurrió allá? —indagó.

—Ya lo sabes, seguro te lo contó Valerian.

—Quiero escucharlo de ti.

—Un elfo, que según entendí se llama Balderik, esperó la oportunidad para atacar a Valerian —le conté—. En realidad, amenazó con matarlo.

—Continúa.

—Intentó golpearlo. Asumí que, si le pasaba algo a Valerian, me matarías, así que lo ataqué primero.

— ¿No pensaste que ese elfo podría matarte? —cuestionó.

—Sí, por eso elegí ese momento indicado. ¿Cómo está Valerian?

—Estaba muy asustado, pero se calmó luego de llorar por un rato.

—No imaginé que se pondría así.

—Val está cerca de las aguas termales, por si quieres hablar con él —me indicó Silas.

Caminé sin entender el porqué de la prisa en mis pasos, hasta que vi a Valerian recostado sobre su lado derecho al lado de un pequeño pozo con agua humeante. Cuando estuve cerca, reparé en que el vapor que provenía del pozo se convertía en finos hilos de hielo con el movimiento de la mano de Valerian y estos desaparecían al contacto con la temperatura del agua.

— ¿No bebes con nosotros hoy? —llamé su atención.

—No, no estoy de humor —murmuró—. Gracias.

—Oye, lamento haberte puesto en riesgo antes.

—No importa, ya pasó —Valerian hablaba conmigo, pero no me miraba. Asumí que aún estaba molesto.

Serendipia | Me encontróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora