Si algo tengo que decir a mi favor es que esto no era lo que estaba planeando. ¿Qué si tampoco tenía un plan? Pues sí, pero aun así yo no tenía nada que ver aquí.
¿Quién diría que terminaría en el regazo de otro hombre, metido en un malentendido entre un mercenario y su trabajo?
Era una mañana como las de siempre. Otro día en el palacio, en donde abundaban la comodidad, la comida y los lujos como en ningún otro lugar, pero no había libertad; y, para ser sinceros, estaba cansado de aquella situación.
Caminé por la habitación por unos minutos mientras ideaba un plan de escape que... básicamente consistía en improvisar un plan de escape. Preparé mi bolso —como de costumbre— lo llené con un par de pertenencias y emprendí la huida. Me sabía de memoria la ruta de vigilancia de los guardias y cómo esta había ido cambiando a lo largo de los años, puesto que no era la primera vez que intentaba huir de ese lugar. Me escabullí por los pasillos hacia una salida que se ubicaba en la parte trasera del castillo; allí había menos seguridad y menos probabilidades de ser descubierto. A cada paso que daba, más crecía mi ansiedad de estar al fin en el exterior. ¡Me sentía tan extraño en aquellos pasillos y lujos, tan ajeno al lugar donde crecí!
Caminé sigilosamente y, mientras lo hacía, noté cómo una sensación de ligereza y adrenalina se apoderaban de mí. Cuando estuve a unos centímetros de la puerta, sentí en el pecho como una punzada que intuía una advertencia, pero ¿de qué?
Abrí la puerta sin más y la brisa que me rozó las orejas disipó cualquier indicio de preocupación; el viento que soplaba me indicó que el momento había llegado. Eché a correr como si no hubiera un mañana hasta estar tan lejos del palacio como fuera posible. Corrí y corrí hasta el barranco en el que Kala me esperaba y me entregué una vez más a la fascinación de estar en el aire con un ser tan leal como aquella dragona, quien me llevó hasta el pueblo, como tantas otras veces.
Ya en el lugar, anduve por las calles con la tranquilidad de que no era más que un elfo cualquiera y que mi mayor preocupación era saber si había subido el precio de las manzanas. Mientras contemplaba la variedad de frutas deliciosas que el mercado ofrecía, presencié una conversación que sería el punto de partida que me llevaría hasta ese fatídico encuentro.
La dueña de un puesto le advertía a un joven que tuviera cuidado, pues el mercenario había regresado y seguramente venía por los que trabajaban en el bosque. Para mi sorpresa, el joven hizo caso omiso de la advertencia diciendo que tipos como él no despertaban el más mínimo interés de aquel mercenario; aun así, la mujer insistió en que fuera con cuidado, ya que aquella persona tenía fama de hacer «trabajos limpios».
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Serendipia | Me encontró
Fantasy¡Hoy será un buen día!... ¿Para caer en las piernas de alguien? Val y Agus, dos caras de la misma moneda se encuentran en el bosque, pero por razones completamente distintas, uno para cumplir con su trabajo, el otro por mera curiosidad. Uno está ma...