Capítulo 41 | Armonía.

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Un par de idiotas causaron un alboroto que nos impidió movernos por un tiempo. Valerian estaba cada vez más asustado; su respiración se sentía caliente sobre mi cuello. Su cuerpo temblaba y susurraba algo que me pareció inaudible, a pesar de la escasa distancia que había entre nosotros. Oprimió sus manos con fuerza sobre mi pecho cuando le toqué la espalda. Su cuerpo se crispó y no pude más que repetir «resiste un poco más» una y otra vez.

La pelea terminó y la gente abandonó el lugar en un instante. Valerian seguía aferrado a mí. Acaricié su cabello para que me prestara atención.

—Ya pasó. Podemos seguir nuestro camino.

—Claro —dijo, alejándose bruscamente de mí.

El mercado era un lugar imponente y la mayoría de los comerciantes eran gigantes; sin embargo, Valerian no les temía. Deambulaba por el lugar; mirándolo todo como si esa fuera su tierra. De repente, pareció interesarse en algo.

—Disculpe, ¿podría decirme qué es esto? —Sostuvo un frasco con una sustancia rosa con pétalos rojos de una flor que no conocía.

—Dime qué buscabas exactamente, cariño —respondió, y por alguna razón odié cómo sonó esa palabra en su voz. Carraspeé—. ¡Oh, vienes acompañado! En ese caso, supongo que están buscando algo para los amantes...

— ¡No! ¡Nosotros no tenemos ese tipo de relación! —Valerian se sonrojó al decir esas palabras.

—No tienes que ser tan tímido, aquí es más común de lo que podrías creer. ¡Libérate!

Sabía que debía decir algo, pero desde el interior de la gran tienda a sus espaldas apareció otro gigante más delicado y esbelto.

—No obligues a nadie a liberarse, Gin.

—Lo siento, cielo, pero es que se ven realmente bien juntos.

—Sí, sí, ahora yo los atenderé. —Le señaló el interior de la tienda con insistencia.

Me acerqué un poco más a Valerian, puesto que el gigante lo observaba de forma extraña.

—Disculpen a mi esposo, es un poco bruto a veces.

— ¿Esposo?

¡Aquí estábamos de nuevo! Valerian conociendo extraños y yo cuidando de él...

—Claro, ese fortachón es mi esposo. Buena suerte la mía, ¿no?

—Es agradable —opinó Valerian.

—Claro que lo es; eso fue lo que me conquistó. A pesar de esa apariencia dura, es alguien muy amable. Y tú me recuerdas a él. —Me señaló con su dedo índice.

Serendipia | Me encontróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora