Tomé el mismo camino por el cual había llegado allí. Sí, había huido del elfo, pero eso no me hacía un fugitivo. Y tampoco era como si le debiera lealtad o algo parecido.
El camino en soledad fue mucho más tranquilo. Había sido entretenido estar con él, pero permanecer con alguien no era es algo que yo haría; después de todo, ya tenía a alguien que esperaba por mí en casa.
Casa. Era extraño referirse a un lugar así, donde antes había habido alguien que lo había hecho sentir como tal; y aunque —como dije antes— alguien me esperaba, no lo sentía como mi hogar.
Caminé pateando una piedra por muchos kilómetros. El camino hasta donde vivían las hadas no era corto; duró varios días y sus noches. Llegué por fin al bosque; mientras me adentraba en él, no pude evitar recordar el tiempo en el que vivimos allí y lo mucho que ella había luchado para tenernos consigo. Luego fui directo a la casa de Nui. Si me preguntan, Nui era el único ser con el que podía estar tranquilo; ella había sabido entender y respetar mi carácter desde niño y se había ganado un lugar en mi corazón a medida que fui creciendo.
Ver la casa de techos bajos a lo lejos me transporto a la infancia, todo seguía como lo recordaba, incluso se veía más pequeña. Vi el rostro de Nui en la ventana que estaba de cara al camino, siempre mimetizada con el bosque. Estando dentro fue aún más emotivo, la mesa con las tres sillas que eran ocupadas por dos infantes y un hada aún se encontraba en el medio de la diminuta sala, la cocina contigua aun guardaba todos aquellos frascos con medicinas, especias y conservas.
—Ella se fue unos días después de ti —me avisó cuando me vio entrar.
—Vengo a verte a ti. ¿Cómo has estado? — pregunté seriamente, aunque me alegró ver que aun gozaba de buena salud.
—No voy a morir pronto, si eso es lo que te preocupa— respondió con tono sarcástico.
—¡Vamos, vieja, eso ya lo sé! ¿Necesitas algo? —pasé la mirada una vez por la casa buscando indicio de que algo faltara, Nui se percató de inmediato, sostuvo mi cara entre sus manos y dijo:
—Estaré bien —me aseguró—. Ve a buscarla.
—No le pasará nada.
—Has terminado tu trabajo. Sabes que no puedo obligarla a quedarse, ¿verdad?
—Es una chiquilla revoltosa.
—Es como tú y no vas a cambiar eso — replicó Nui—. Ahora vete. Y ni se te ocurra dejarme dinero porque se lo daré a ella como lo hice antes.
Abandoné su casa, como siempre, con la congoja de no haber hecho nada por Kelly y mucho menos por Aster.
Nui era un hada del bosque; cuando la conocí ya era mayor, pero últimamente me daba la impresión de que era ya una anciana. Nos había enseñado a sembrar y a cosechar nuestros alimentos e intentó criarnos como hadas. Fracasó. Nadie puede negar su naturaleza. Y aunque lo hubiéramos intentado, las diferencias nos habrían separado, así que terminamos por aceptarnos mutuamente. Se enfrentó a los demás como una bestia protegiendo a sus cachorros cuando nadie nos quería allí y sufrimos comentarios maliciosos.
ESTÁS LEYENDO
Serendipia | Me encontró
Fantasía¡Hoy será un buen día!... ¿Para caer en las piernas de alguien? Val y Agus, dos caras de la misma moneda se encuentran en el bosque, pero por razones completamente distintas, uno para cumplir con su trabajo, el otro por mera curiosidad. Uno está ma...