Capítulo 33 | No repetir el ciclo.

385 88 20
                                    




¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




La tristeza comenzaba a consumirme al pensar que tenía que volver al lugar donde siempre había sido oprimido. Silas estaba tan o más nervioso que yo; no dejaba de proponer ideas para que pudieran acompañarme. Por supuesto, me negué.

Que Silas me ayudara implicaba siempre tener en cuenta el límite de lo que podía hacer o no por mí y lo mucho que podía exponerse. Si esto llegaba a los oídos del rey, el más perjudicado sería sin duda mi amigo. Propuso entonces que fuera Agustín quien me acompañara; me negué una vez más, puesto que Balderik ya lo había visto. Silas no dejó de perseguirme por la habitación, haciendo ademanes exagerados, como cada vez que se sentía acorralado en una situación que no quería.

— ¡Silas, detente! ¡Me pones nervioso! —lo regañé.

—Lo siento, cariño, pero no puedo evitarlo.

— ¿Cómo podríamos mantener el contacto? —preguntó Agus, dejándonos atónitos a Silas y a mí.

—Verás... No es como que pueda comunicarme con ustedes al momento del celo —respondí abochornado.

—Cierto. Dije algo estúpido —se disculpó con la mirada.

—Para nada. Si algo pasa y tienes que enviar un mensaje de emergencia, o cada vez que quieras comunicarte con nosotros, podrás valerte de cualquier árbol, flores y vegetación en general; solo debes presentarte, saludar y pedir permiso. Le avisaré al bosque tan pronto como te vayas que estén receptivos a ti—anunció Silas.

—De acuerdo —contesté.

— ¿Lo entendiste bien, Valerian? —Agus fijó sus ojos en mí hasta que obtuvo mi respuesta.

—Sí. Supongo que me acompañarán hasta donde Kala.

Salimos de la posada cuando por fin convencí a Silas de que cualquier intento por persuadirme sería inútil. Cargaba sobre mí la responsabilidad de aminorar los daños, en caso de que ocurrieran. Agus también parecía estar preocupado, pero no quería malinterpretarlo.

Volteé un par de veces, solo para ver que Agus caminaba en silencio, con las manos en la nuca; los ojos perdidos en el paisaje. Silas, en cambio, andaba a mi lado.

No hizo falta que llamara a Kala; ella estaba esperándome.

—Saben que si pudiera quedarme con ustedes lo haría, ¿verdad?

—Muéstrale a tu madre que estás bien. El hada y yo estaremos esperando en este mismo lugar. No olvides detallar a quién va dirigido el mensaje; sería un inconveniente si se pierde en el bosque. Y más te vale regresar en una pieza. —Agus había entendido por qué siempre quería volver al castillo, aunque lo odiara.

Serendipia | Me encontróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora