Capítulo 42 | Te conozco.

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Flech nos había dado un camuflaje perfecto; al menos ahora no debíamos preocuparnos por que alguien viera el contenido del diario.

— ¿Qué piensas de Flech? —Agus no se había alejado de mí en ningún momento, siempre a un paso de mí.

—Nos ayudó.

—Ya sé eso, yo estuve allí. Hablo de él ¿Cuál fue tu primera impresión?

—Valerian, con suerte confío en ti y en el hada. No puedo darte una respuesta a esa pregunta.

—Entonces...

—No puedes conocer a nadie en lo que dura una charla, un poco de té y un hechizo —todavía aún no estaba acostumbrado a escuchar tantas palabras juntas de su parte, pero me gustaba hacerlo.

—Pero puedes al menos conocer su mirada.

—Si lo vemos así, fue algo extraño como te miró al principio, pero cuando mencionó lo del hechizo del tiempo tuvo sentido.

—No pensé que aún pudiera tener rastros de ello, fue hace mucho.

—La magia de las brujas se borra lentamente; muy lento, Valerian. Además, fue un hechizo de tiempo.

—Agus, sabes más de lo que dices.

— ¿Parezco idiota?

—Sí. Digo, ¡no! ¡No! Claro que no fue eso lo que quiero... Quise... Quise decir que, Agus, yo no quise...

—Lo sé. Continuemos —dijo y me dio palmaditas en la cabeza.

Agus insistió para que preparásemos toda esa noche para poder partir temprano y sin demoras. Cenamos poco, o, mejor dicho, cené; él solo bebió más café y me echó en cara que había bajado de peso, pero que no se preocupaba mucho porque no parecía enfermo.

Luego de recoger todo, cada uno tomó un baño; no sabíamos cuándo sería el próximo. Agus parecía estar ansioso por moverse.

Dormimos cada uno en su cama, pero Agus se acercó dos veces a la mía solo a mirarme por unos segundos y se fue. Los sentimientos se arremolinaron en mi pecho y me causaron, muy por el contrario de lo que pensé, paz. Dormí muy tranquilo esa noche.

Cuando amaneció, nos marchamos luego de tomar un té y pagarle a la mujer de la posada. Extrañaría la comodidad de las camas gigantes.

Saliendo de Meinmna, divisé la silueta de Kala muy a lo alto; Agus dijo que él solo veía una mancha en el cielo. Cuando estuvimos muy lejos del pueblo, ella descendió para volar al alcance de mi vista. Nos detuvimos en el escondite de Kala para mirar el mapa, o al menos yo lo hice.

Serendipia | Me encontróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora