Capítulo 5 | Aire.

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Tomé la mano del elfo, quien me jaló hasta el lomo de la bestia. Apenas sintió mi cuerpo, emprendió el vuelo con una fuerza bruta que me agitó y me estremeció. El miedo se apoderaba cada vez más de mi ser. Grité, llamándola «demonio». El elfo se rio; me pidió que no tuviera miedo y me preguntó si acaso esa era mi primera vez volando en un dragón. Me asombró lo natural que sonaba eso para él; los dragones eran fieras, o eso creía yo, y...

Era la primera vez en mucho tiempo que estaba en la compañía de alguien más... La molesta compañía de alguien más, para ser exacto.

No aparté la vista de la nuca de Valerian, mientras la bestia volaba. Sin embargo, él parecía estar disfrutando la tortura, ya que sus orejas se movían con alegría y su cabello se movía con el viento que lo golpeaba de lleno en la frente. El elfo estaba loco o simplemente era otra existencia patética; en ese entonces, me inclinaba por la segunda opción, pero no sabía nada de Valerian en realidad.

— ¡Debes disfrutarlo! ¡Kala, por favor, enseñémosle cómo es nuestro paseo habitual! —esas palabras me llenaron de cobardía y me aferré a la cintura del elfo. La adrenalina se apoderó de él; los latidos de su corazón lo corroboraron: sonaban con claridad; o, mejor dicho, se sentían en su cuerpo y se mezclaban con los míos. Dos sensaciones diferentes, dos emociones diferentes. Mi espanto era tal que el elfo lo notó y no dudó en reprochármelo.

— ¡No hagas eso! ¡Me decepcionaré de ti! —exclamo mientras su voz dejaba escapar una risa sincera —. ¡Disfrútalo!

Quería matarlo, a él y a su lagarto enorme; por mi mente pasaron todo tipo de ideas para acabar con el par. El viento que me inundaba los oídos de un ruido molesto era helado y fuerte. Repasaba una y otra vez los hechos que me arrastraron hasta este momento y no supe cómo explicarme a mí mismo mi forma de actuar. Pronto buscaría la forma de escabullirme. Estaba pensando en voz alta, pero ese viento frío y duro fue mi cómplice para que Valerian no escuchase ni una palabra que había salido de mi boca.

— ¡¿Dijiste algo?! ¡No logré escucharte!

— ¡Dije que lo intentaré, elfo! —le mentí. La bestia sostenía un vuelo errante; cambiaba de izquierda a derecha sin importar el movimiento. Mis piernas se aferraban a las escamas del demonio que parecía tener conciencia de mi temor. Lo tomé como una burla, y aunque me costó demasiado, intenté tomarlo con calma y cerré los ojos para dejar de ver el paisaje que me hacía sentir tan pequeño e insignificante.

— ¡Valerian, haz que se detenga! —pedí.

El elfo giró para verme.

— ¡¿Qué haces?! ¡Te estás perdiendo todo, Agustín! ¡Abre los ojos, yo estoy contigo!

Serendipia | Me encontróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora