Capítulo 15 | Nesgigthai II

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El general, al que no le podía ver el rostro, se quitó la capucha

—¡Silas! —Mis ojos se aguaron y mi cuerpo se petrificó al ver su sonrisa.

—Llámame «general» —dijo con un orgullo indisimulado y me agarró del brazo para levantarme; todavía estaba de rodillas.

Nos miramos por unos segundos sin decir nada, y al fin nos abrazamos liberando toda la soledad contenida en esos años en los que no habíamos estado juntos. Los soldados al mando de Silas no entendían nada y murmuraban entre ellos.

—¡Elex! Toma mi caballo y dirige a todos hacia el campamento —ordenó Silas— Me quedaré con el forastero; es un viejo amigo.

El soldado que me había desarmado anteriormente saludó a Silas y despejó el área en un momento, no sin antes volver a mirarme.

—No pensé encontrarme contigo —mencioné—. Llevamos varios días aquí.

—¿Cuántos te acompañan?

—Solo somos dos. Me acompaña Kala.

Silas tenía la habilidad de asimilar todo lo que uno decía en un instante y hacer que te sintieras cómodo con él. Me conocía como nadie y sabía prácticamente todo de mí.

—Bienvenido a Nesgigthai, Val —sus palabras sonaban sinceras y estar con él me hizo sentir seguro en un lugar que no conocía.

—Es bueno verte de nuevo.

—Muy bien, ahora muéstramela.

—¡Claro! Está en un refugio abandonado, un poco más adelante.

—No entendiste: que te bajes los pantalones y me la muestres.

—¡Oye! No has cambiado nada. Aunque no te va tan mal.

Desde que tenía uso de razón, Silas y yo teníamos tanta confianza que simulaba ser un pervertido conmigo. Me hacía sentir tan bien por tenerlo en mi vida. Silas estaba en lo alto de las fuerzas en su hogar y eso era motivo de orgullo, seguro.

Estábamos de camino a ver a Kala y compartimos el sendero sin prisas.

—No puedo quejarme. Lo sorprendente aquí eres tú. Supongo que tenemos mucho de qué hablar. Después de ver a Kala iremos al campamento con los muchachos.

—Te advierto que Kala es muy protectora cuando se trata de mí.

—No te preocupes, no haré nada delante de ella; pero no te prometo nada cuando estemos solos.

—¡Deja eso!

Kala me escuchó llegar. Detuvo sus pasos cuando vio a Silas.

—Kala, ¡mira quién vino! —tenía la esperanza de que lo recordara, pero había dejado de verlo hacía tanto que ya no lo recordaba.

Serendipia | Me encontróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora