Tres.

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     El olor a tostadas invadió sus fosas nasales, miró el pastel de chocolate bajo en calorías, el jugo de naranjas exportadas, la leche descremada y tibia

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     El olor a tostadas invadió sus fosas nasales, miró el pastel de chocolate bajo en calorías, el jugo de naranjas exportadas, la leche descremada y tibia. Todo estaba tal cual Marinette lo había pedido a un costado de su cama. Sonrió encantada antes de sentarse al borde del colchón para comer todo lo que podía de allí. Le gustaba que las cosas mantuvieran un orden, que pudieran controlarse, sí, definitivamente era una mujer a la que no le gustaban las sorpresas ni los imprevistos. Su día a día era perfecto, muchas personas le decían que era la princesa de cuentos de hadas en la vida real, porque todo se mantenía en armonía. La relación con sus padres, su maravillosa situación económica y social, pero también su relación con Luka.

     Una vez terminada su comida, se paró y caminó hacia una puerta cerca de la cama. No era un simple armario, al contrario, era otra habitación un poco más pequeña que la original pero ostentosa, llena de más de setenta pares de zapatos, zapatillas y botas, además de joyas, miles de accesorios y prendas de las mejores marcas y diseñadores del mundo, aunque tenía algunas prendas de ropa de bajo costo que usaba para sentirse como un ser humano común. Sin contar que cada mes, la diseñadora de la familia le decía qué cosas estaban fuera de moda y debían ser desechadas o renovadas.

     Fresca y preparada para el entrenamiento de tenis, bajó a pasos lentos por la escalera, pero la armonía fue quebrada por una discusión que venía del comedor principal. ¡Era su padre! Él nunca gritaba y debía ser algo grande como para haberlo hecho. Abrió una de las enormes puertas del comedor y se llevó una mano a la boca al descubrir con quién estaba peleando.

-¡Cómo es posible que seguridad haya dejado entrar a un desconocido a mi hogar! 

     Los ojos verdes del empleado de Starbucks eran fríos y calculadores.

¡Era un psicópata!

     Adrien, con mucha agilidad, sacó una libreta y un lápiz de su bolsillo y comenzó a escribir.

Voy a tomar el lugar de mi madre, Emilie Agreste, al menos hasta que se recupere.

-¿Es que acaso no puedes hablar como las personas normales? -preguntó Tom.

-Papá... -susurró Marinette asustada.

Soy mudo señor, pero soy eficiente de mil y un maneras, le sorprendería saber que soy normal.

     Por supuesto que no iba a permitir que Emilie trabajase si apenas podía moverse, años y años le estaban pasando la cuenta y aquello sentimentalmente no lo tenía bien, su familia era su todo. Tom Dupain lo miró de pies a cabeza como si se tratase de un producto al que evaluar antes de comprar.

     Bien, Adrien Agreste tenía buena apariencia, buen físico, se veía fuerte y, dada la posición de su cuerpo, era muy seguro de sí mismo. Emilie era una de sus mejores empleadas, ¿cómo podía perderla? Soltó un gruñido y le hizo un gesto con el dedo para que lo siguiera, lo cual Adrien tomó como una buena señal aunque no relajó los hombros.

Stay || Adrinette AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora