Cuarenta.

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     Todo estaba silencioso, excepto, de nuevo, por la tormenta que había afuera y que azotaba los vidrios de la habitación

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     Todo estaba silencioso, excepto, de nuevo, por la tormenta que había afuera y que azotaba los vidrios de la habitación. Sentía los párpados pesados y aunque aún tenía sueño, nadie podía quitarle la satisfacción y felicidad que lo embargaba ahora. ¡Y no era de menos!

     Entre sus brazos dormía Marinette desnuda, sus piernas suaves se enredaban con las suyas y podía decir que estaba tranquila por la forma lenta en la que respiraba. Buscó con el brazo derecho su teléfono para ver la hora, cuando tocó la pantalla se dio cuenta de que eran las ocho de la mañana y gracias a las nubes grises estaba un poco oscuro.

     Se mordió los labios mientras la miraba dormir, era exquisita, era todo lo bueno que podría describir ahora. Inclinó la cabeza para darle besos en el cuello, una de sus partes favoritas de su cuerpo y que anotaría en su lista. La heredera ronroneó por los besos que Ceniciento dejaba sobre su piel, retorciéndose gustosa mientras él reía bajo al ver cómo reaccionaba a sus caricias.

-Mmh -se volteó con los ojos cerrados para abrazarlo como koala-. Buenos días.

-Marinette mía, mía, mía -la aferró más a su cuerpo, ella volvía a ronronear como un felino porque su voz era música para sus oídos, aún deseaba con todo su ser escucharlo hablar normalmente. Estaba segura de que se derretiría.

-Gracias por lo de anoche, de verdad, gracias por tratarme tan... como sólo tú sabes -suspiró y abrió los ojos.

-¿Como sólo yo sé? -moduló con una sonrisa perversa, la mano que descansaba en el costado de la azabache fue descendiendo hasta caer entre sus piernas, estaba caliente y húmeda. Marinette gimió enterrando las uñas en su espalda, su cadera se movía contra sus expertos dedos-. Mía -jadeó mordiéndose los labios-. Mía -besó su hombro con hambre. Empleó más velocidad, penetrándola con dos de sus dedos, hasta que la heredera gritó contra su boca en medio de un beso, con los músculos contrayéndose por el orgasmo.

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     Ansioso, caminaba como un león enjaulado, acababa de ducharse y ahora Marinette se encontraba en eso. No había caído en la tentación de tomar un baño juntos porque sabía que si no se controlaba, terminarían encerrados haciendo el amor. Con esa idea sonrió, pero luego recordó lo que tenía entre sus manos. 

     Hace unos días había dicho que le haría el amor sólo cuando fuese realmente suya, y se lo había hecho anoche, se dio el lujo de dejar de reprimirse el amarla de esa manera, porque ya tenía lo que le había prometido. Pruebas, pruebas que harían que Marinette tomase una decisión, pero también que le hacían temer su reacción, porque por más que quería que supiera la verdad, no deseaba verla sufrir por un imbécil que no la valoraba.

     Con su rostro sin maquillaje, el cabello tomado en una toalla, ropa ligera y una sonrisa salió del baño. Adrien sonrió también, Marinette no necesitaba colocarse maquillaje para verse tan bella como estaba ahora y debería saberlo.

Stay || Adrinette AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora