Cuarenta y seis.

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     Si había huido de su hogar habían dos razones posibles: era culpable de todo lo que se le acusaba o sólo se había escapado por miedo

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     Si había huido de su hogar habían dos razones posibles: era culpable de todo lo que se le acusaba o sólo se había escapado por miedo. Roger salió del hogar de los Agreste y caminó con su nuera hacia el automóvil, el tiempo estaba en su contra, no sabía si los agentes federales visitarían el hogar de Adrien de nuevo, pero si se encontraban con que no estaba, todo sería peor.

-Pequeña, no quiero que llores ahora, necesitamos tranquilidad para movernos rápido. ¿Sigues creyendo que tu amigo es inocente después de esto? -manejaba hacia donde podrían facilitarle los videos de las cámaras de seguridad, haber sido honesto y buen agente le valió contactos. Zoé asintió, tenía aún la pequeña esperanza-. Lucharemos por eso, no le diremos nada a nadie aún, pero apenas tengamos pruebas iremos a reclamar su inocencia.

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     Lágrimas caían de sus ojos mientras cantaba un villancico. El paisaje de afuera era tan depresivo como lo que tenía en el corazón, los árboles sin hojas, la capa de nieve que comenzaba a caer en todas partes, el frío, sí, todo estaba como su alma y sus sentimientos.

     Le dolía el pecho cada vez que se acordaba de anoche, cuando su padre mostró el papel de la cuenta bancaria de Adrien con los 50 millones de dólares. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué la usó? ¿Acaso todas esas veces en que la besó eran falsas? Sus palabras, sus demostraciones de afecto, ¿todo era una mentira?

     Quería ahogar las lágrimas, pero le era imposible, maldición. En el fondo no sabía si él era el culpable, pero las pruebas estaban allí. Lo seguía amando aún con todo lo que estaba pasando, pero no podía contactarse con él, no debía por una razón de orgullo familiar.

-Dios -gimió antes de hundir su cara en sus rodillas y romper a llorar con todo lo que sus pulmones y garganta le daban abasto. Recordó su rostro desfigurándose con desesperación cuando se dio cuenta de que nadie alzaba la voz en su defensa, pensó en la promesa que le había hecho cuando dijo que no la decepcionaría, en todas las cosas buenas que se habían ido a la basura por culpa de esas pruebas. ¿Qué tanto podía creerle cuando eran irrefutables?

     Se secó la cara con el dorso de su mano, se paró de la superficie cerca de la ventana y caminó hacia el mueble a un lado de la cama. De allí sacó una fotografía que tenía con él, ambos hacían una cara graciosa hacia la cámara, tras ella había un escrito que decía 'Por esos momentos donde sólo nos pertenecemos, te quiero'.

     Se acomodó al borde de la cama mirando la foto, pero pensando en otra cosa. Ahora que tenía la cabeza fría podía analizarlo todo de mejor manera. Adrien tuvo muchas oportunidades para haber robado algo desde que estuvo trabajando como empleado en la mansión, pero jamás se efectuó un robo. ¿Por qué ahora? ¿Logró sacar alguna cuenta secreta de la oficina de su padre?

-¡Basta ya! -lanzó la foto lejos en un arrebato. No quería sacar más conclusiones propias, pero su alma y su conciencia querían gritarle una cosa: ¿acaso no lo querías tanto como para depositar aunque sea un poco tu confianza en él?
Tal vez no sería capaz de reconocerlo, porque hacerlo significaba que había cometido un enorme error-. Está bien, está bien, por ese hombre que amas confiarás un poco, maldita sea -bajó el tono de su voz con un toque melancólico-. A pesar de que las pruebas digan que es culpable.

Stay || Adrinette AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora