Once.

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     Cuando manejaba de vuelta a la mansión, su mente vagaba en recuerdos de su hermano, muy pocas veces lo vio sonreír o expresarse con afecto, quizás siendo niño descubrió que otros tenían mejor situación económica, deseó tener juguetes costosos...

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     Cuando manejaba de vuelta a la mansión, su mente vagaba en recuerdos de su hermano, muy pocas veces lo vio sonreír o expresarse con afecto, quizás siendo niño descubrió que otros tenían mejor situación económica, deseó tener juguetes costosos como otros, le pidió a Santa Claus regalos que nunca llegaron, no lo sabía con exactitud.

     Marinette lo miraba de reojo, el rostro del ojiverde lucía más afligido que molesto, el hecho de que fuese mudo aumentaba sus ganas de saber qué había detrás de esa fachada seria, qué cosas pasaban por la mente de quien no podía expresarse como lo deseaba cada vez que quería.

     Sin decir una palabra, llegaron a la mansión. Adrien estacionó el costoso vehículo en el garaje y, cuando giró la llave para apagarlo, se dio cuenta de que Marinette tenía la vista seria y fija al frente. Antes de bajarse, ésta le dio un vistazo lento de arriba a abajo como si tratara de leer su mente. Los ojos del ojiverde se abrieron sorprendidos, porque no esperaba que la heredera quisiera inspeccionarlo de esa forma.

-Adiós -murmuró cerrando la puerta y desapareciendo por un costado sin notar que Adrien la miraba con curiosidad. ¿Qué demonios quería?

     Se dirigía al cuarto de casilleros donde tenía sus pertenencias, pero afuera estaba Tom Dupain con una mirada tranquila. Quizás leyó su expresión facial, porque habló de inmediato.

-Sé que no me esperabas aquí, volví antes de la reunión.

¿Necesita algo, señor?

-Quiero que me acompañes a mi despacho, tengo preguntas y propuestas que pueden interesarte.

     El estómago se le apretó con aquella sensación de intriga, Agreste sentía curiosidad sobre qué cosas podría decir. Apenas atravesaron la puerta principal, Marinette corrió a abrazar a su padre. Adrien miraba de reojo la situación, no sabía si eran celos, pero él también tenía deseos de poder abrazar a su papá, pero era imposible, lo cual lo frustraba más. Incluso en relaciones personales, ella le ganaba.

-Estaré ocupado hablando con Adrien, espero que nadie me interrumpa, ¿podrás dar ese aviso?

-Por supuesto, papá -Marinette le dio un vistazo rápido a Ceniciento y se fue caminando hacia su habitación.

     Bastaba sólo una llamada para hacerles saber a todos de que el señor Dupain tenía una reunión privada, pero ¿qué podría ser? ¿Por qué le interesaba tanto saberlo?

.

     A pesar de haber entrado con anterioridad a esa oficina, los ojos verdes del muchacho observaban con detalle todo lo que decoraba el lugar. Había lujo, por supuesto, y tecnología, pero también un sentido muy grande por la literatura, porque los estantes estaban llenos de libros, tanto antiguos como nuevos y en otros idiomas. Sonrió de forma sarcástica, este no era su mundo y era imposible llegar a ser como el gran Tom Dupain y su esposa.

Stay || Adrinette AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora