Treinta y siete.

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     El viento se mezclaba con las gotas de lluvia golpeando los árboles y las ventanas, la tormenta parecía un caos, quizás hacía demasiado frío, pero ella estaba en perfectas condiciones, demasiado perfectas para ser ciertas

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     El viento se mezclaba con las gotas de lluvia golpeando los árboles y las ventanas, la tormenta parecía un caos, quizás hacía demasiado frío, pero ella estaba en perfectas condiciones, demasiado perfectas para ser ciertas.

     Estaba despertando poco a poco de su sueño, cuando se dio cuenta que sentía cierto calor en la nuca, algo soplaba su cuello y el borde de su oreja derecha. Adrien estaba durmiendo profundamente con su rostro apoyado contra la nuca de Marinette, el aire que exhalaba por la nariz llegaba directamente contra su piel para brindarle más calor. La abrazaba como si fuese un oso de peluche, tenía ambos brazos rodeándola por la cintura pero una mano más cerca del escote de su pijama de seda. Qué oportuno.

     Sentía como si nada malo pudiese pasar en este momento, porque tenía a un hombre que la protegería de todo. Sonrió un poco con la idea casi infantil, pero dulce, sí, muy dulce.

-Sigo pensando, ¿qué estás haciendo conmigo, bonito? -no había mucha luz, las nubes grises ensombrecían el día, parecía que acababa de amanecer, pero eran las nueve de la mañana-. Podría quedarme todo el día así, entre tus brazos -tenía ganas de ir al baño, pero si se movía lo despertaría, si se volteaba también-. Quiero verte dormir -lentamente comenzó a girarse, pero instintivamente el cuerpo de Adrien se volvió a acomodar contra ella, esta vez apoyando la cara entre sus pechos-. Qué oportuno, mi Ceniciento... qué oportuno -introdujo su mano en la cabellera despeinada del ojiverde, le encantaba cómo jugaba siempre con él, era suave y olía muy bien-. ¿Por qué las cosas no pueden ser más fáciles? ¿Por qué no apareciste antes en mi vida? -se movió un poco para alcanzar su frente y dejarle un beso profundo.

-Mmmh Marinette -arrastró su nariz por el pijama, se sentía tan suave y blanda esa área que sin darse cuenta dentro de su sueño sonrió bobaliconamente. Marinette se mordía los labios tratando de aguantar la risa, incluso estando dormido era así-. Marinette, mía -la azabache abrió los ojos sorprendida. ¿Qué había dicho? Su ronca voz... ¡dijo mía!

     Sintió que el calor se acumulaba entre sus piernas con esa palabra tan posesiva. Y lo había dicho, ¡lo había dicho y pudo oírlo! Santo cielo, quería escucharlo hablar más, lo necesitaba como al aire. Deseaba escuchar todas las palabras salir de su boca, porque estaba segura de que era una delicia escucharlo.

-Adrien, Adrien -le levantó la barbilla y lo besó de a poco en sus labios, estaban calientes y suaves. Se le contrajeron los músculos, con Luka no había reparado en esos detalles, ni en cómo se veía durmiendo-. Adrien despierta, viene mi mamá.

-Mierda -moduló sentándose alarmado en la cama, pero volteó de inmediato cuando escuchó a Marinette retorcerse de la risa. No pudo enojarse cuando estaba con el cabello sobre la almohada, sus manos en el vientre, sus mejillas sonrojadas y su preciosa dentadura a la vista, esa imagen era un regalo de los dioses. 

     Se acercó a ella como un león, la acorraló contra el colchón y sin pedir permiso le mordió despacio ese sector entre el cuello y la barbilla, ese sector donde tenía una fijación y que le temblaba a la ojiazul cuando estaba excitada o emocionada.

Stay || Adrinette AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora