Diecisiete.

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     Adrien miraba al frente mientras andaba en su bicicleta

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     Adrien miraba al frente mientras andaba en su bicicleta. Tom Dupain lo había llamado para reunirse en la mansión, ese día durante el atardecer. No venía de su casa, sino de la biblioteca de la escuela donde había preparado el debate y posibles contraataques que harían el día de mañana para defender su postura. 

     No le había resultado incómodo trabajar con sus compañeros porque al parecer estaban interesados en sacar una buena calificación, gracias a Dios, además de que sus argumentos no eran clasistas, sino específicos, y no eran como los típicos niños ricos mimados.

     El guardia de seguridad que estaba en las puertas de hierro lo dejó entrar.  A medida que avanzaba con la bicicleta por el camino de piedras, pensó que esta era la primera vez que venía a la mansión sin ser un sirviente y de pronto la idea que había querido evitar toda la tarde se hizo clara. ¿Estaría Marinette Dupain-Cheng adentro?

     Dejó la bicicleta apoyada a un costado en el suelo, no necesitaba cadenas ni nada por el estilo porque aquí era imposible que le robaran algo tan básico y viejo como su bicicleta. Las sirvientas que lo vieron lo saludaron de inmediato, era increíble imaginar que en un principio no lo habían soportado y ahora se alegraban de verlo allí.

-El señor Dupain vendrá de inmediato, ¿podría esperarlo? -asintió-. Mientras pase a su oficina, ha dicho que lo espere ahí.

     Tic, tac, tic, tac. El sonido del reloj antiguo inundaba esa imponente oficina que desde un principio le pareció una maravilla. Sonrió al ver la foto de Tom junto a su esposa con famosos personajes del área de entretenimiento. ¿Cómo habría formado su fortuna? ¿Había crecido siendo rico? Nunca le especificó por qué lo ayudaba tanto.

     Miró la hora, 20.00, apenas habían rayos solares en el cielo y pronto oscurecería, aunque eso no era relevante, porque no importaba cuán tarde fuese, no iba a irse hasta conversar con el señor Dupain.

-¡Papito! Quería saber si... -el ojiverde asustado por esa sorpresiva invasión se dio vuelta para verla. Ahí de pie con la boca abierta estaba la heredera. La miró de pies a cabeza y no pudo evitar sonreír de lado, la azabache tenía una camiseta larga de los Lakers, shorts que se escondían debajo de la prenda y una coleta alta. Se veía tan común, tan normal. Y muy bonita-. ¿Qué haces tú aquí? -susurró.

     Adrien caminó hacia ella y le mostró su libreta.

Su padre me ha citado aquí, señorita Dupain, no he venido a verla a usted.

     Marinette se sintió por alguna razón ofendida, eso dañaba su ego.

-Genial... ¿Te puedo hacer una pregunta? -observó cómo Adrien inclinaba su rostro hacia un lado. Sí, pensó ella, era jodidamente misterioso porque sólo el sonido de su respiración era lo que podía escucharse del rubio. Tragó saliva-. Supongo que te preparaste para el debate de mañana. Espero que tus respuestas sean dignas de ese cerebro -presionó su dedo índice en la frente del muchacho delante suyo.

Stay || Adrinette AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora