Cuarenta y cuatro.

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Marinette buscó un abrigo morado dentro de aquel armario tan grande que poseía, la invitación decía que podía ir vestida cómodamente así que eso hizo, escogió unos pantalones negros ajustados, una blusa blanca y el abrigo del mismo color que sus z...

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Marinette buscó un abrigo morado dentro de aquel armario tan grande que poseía, la invitación decía que podía ir vestida cómodamente así que eso hizo, escogió unos pantalones negros ajustados, una blusa blanca y el abrigo del mismo color que sus zapatos. Se sentía bonita, quería verse bonita, no por lo que le dijeran, sino por el único hombre que le interesaba en este momento. Sus padres no estaban porque habían sido llamados por sus amigos federales. ¿Estaba pasando algo?

Le dijeron que se divirtiera con cuidado y que tomase prestado el Rolls Royce que quedó en el garaje, todo con tal de que no se expusiera en un taxi cuando volviese de la cena navideña. Cuando estuvo lista, llamó a Adrien para avisarle que lo pasaría a buscar, ella sí sabía la ubicación del salón, además era la ocasión perfecta de llegar juntos para que todo el mundo los viese, como amigos o pareja, no importaba, al menos empezar a introducir la verdad que había entre ambos.

Con un sabor amargo en la boca fue manejando. Desde que terminó con Luka, los que se suponía eran sus amigos se distanciaron de ambos. ¿Cómo pasó eso? Era evidente que no tuvo verdaderas amistades, la necesidad de estar siempre con los de su nivel la llevó a elegir a la gente incorrecta y ahora tenía que enfrentarse a la realidad, los únicos que parecían o sentía como gente real eran los amigos de su novio. ¿Serían sus amigos si ella era sincera con ellos?

No es que tuviese el poder absoluto, pero nadie se atrevería a molestarlos si Marinette pertenecía a ellos, era mayor el temor de las represalias que Dupain-Cheng pudiese tomar contra los demás que el deseo de hacer sentir mal a los que creían diferentes, pero ¿hasta cuándo? ¿Era necesario usar el poder de su familia para merecer el respeto de los demás?

Estacionó el vehículo afuera de la casa de Adrien, era pequeña, pero le seguía pareciendo la más bonita de todas en ese sector. Adrien era un hombre que tardaba poco, gracias al cielo no se comportaba de otra manera en cuanto al horario.

La sonrisa que le dedicó al abrir la puerta de la casa fue gratificante, vestido con una chaqueta de cuero, una camiseta blanca y sus jeans negros. Sintió ganas de ronronear sugestivamente, pero no quería entusiasmarlo con iniciar algo dentro del vehículo, aunque la idea a largo plazo sonaba exquisita.

-Te ves hermosa -moduló sin dejarle responder-. Gracias por venir a buscarme, siento que debería ser al revés.

-Claro que no, mi amor -rió coqueta, esperando a que él se colocara el cinturón de seguridad-. Bienvenido a su carruaje, mi bello Ceniciento, lo llevaré al baile en el castillo.

-Después de encontrarnos con los chicos y salir de allí, quiero que tengamos un momento a solas, quiero darte algo -llevaba una bolsa a un lado para que ella no viese lo que contenía, de hecho, le pediría que abriera la guantera para meterlo ahí hasta que terminase la cena-. ¿Vamos?

No sólo le daría el collar, con mucho esfuerzo durante la tarde y frente a un espejo había aprendido algo, quería estar en silencio con Marinette, abrazarla y darle lo que quería. ¡Si hasta de las ansias el pecho le temblaba!

Stay || Adrinette AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora