CAPITULO ONCE

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–Mamá, ¿Por qué yo no puedo aprender cómo ellas? Yo también quiero luchar y ser fuerte.–Dijo la pequeña Sana mientras hacía un puchero.

–Porque eres muy pequeña. El año que viene, cuando tengas ocho, podrás.–Aseguró su madre acariciando la cabeza de la pelinaranja.

–Eso dices todos los años... Además... Tengo los mismos años que Ryujin y ella empezó el año pasado, no es justo. –Se quejó pataleando las secas hojas con sus pies.

–Sana tu no puedes luchar. No eres lo suficientemente fuerte.

–¡Eso no lo sabes! ¿Si no me dejas probar cómo puedes decir que no soy capaz? Tal vez si solo me dejaras intentarlo...

–No hija. Por tu enfermedad no puedo dejar que cargues un arma. Te puedes hacer daño y al mínimo corte podrías estar en grave peligro. Lo siento pero tú no puedes.

–Pero quiero servir de algo...–Por primera vez, con tan sólo 7 años de edad, conoció lo que era la inseguridad y como era sentirse inservible. Sentir que no vales para nada y tener la sensación de que jamás podrás ayudar a nadie.

Debido a la madurez con la que las mujeres de la tribu trataban a las niñas todas tuvieron que crecer muy rápido. Y Sana, a diferencia del resto de sus "hermanas" las cuales crecieron seguras de sí mismas, se convirtieron en unas mujeres independientes y poderosas, ella, tuvo que vivir toda su infancia y parte de adolescencia siendo escoltada por Ryujin.

Desde siempre, su mayor ambición fue ayudar en algo o en alguien.

Sentir que lo estaba haciendo bien, sentir que podía servirse por ella misma.

Pero todo el mundo a su alrededor se aseguraba de aclararla todos los días lo inútil que era.

Se convirtió en la razón de burla de todo el mundo, pero ella, jamás se enfadó por ello. Siempre pensó que tenía razón y que debía esforzarse más.

Todas las noches rezaba que llegase alguien a su vida que la hiciera sentir que ella valía la pena.

Todas las noches rezaba que llegase alguien a su vida que la hiciera sentir que ella valía la pena

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Sana sonrió con una mueca de dolor mientras se deslizaba lentamente hacia el suelo.

Chan gritó su nombre y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, mientras la apegaba a él, abrazándola mientras sus manos se llenaban de sangre de la elfa.

La chica le miró mientras sus dulces ojos iban perdiendo su característico brillo.

–Gracias Chan... –Dijo en un susurro mientras ella comenzaba a llorar también.– Gracias por hacerme sentir que era suficiente.– Agradeció dándole un pequeño beso en la mejilla izquierda, su mano limpió las lágrimas del chico, manteniéndolas en su rostro.

ᴍᴜʀᴅᴇʀᴇʀ ❝𝕸❞  -ˢᵗʳᵃʸ ᵏⁱᵈˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora