47.-Se dice por ahí...

142 12 4
                                    



Lo que temía Leigh-Anne se volvió realidad al día siguiente. 


La primera de la residencia Thirlwall en percatarse de ello fue la condesa Norma. Al principio le pareció extraño que las doncellas y nobles de la capital en horas de la mañana la mirasen con más insistencia para que luego desviaran sus rostros cuando las atrapaba en ese actuar grosero. Un poco contrariada dejó de hacerse un mundo de teorías y cuando llegó a la residencia Nelson para revisar la nueva mercancía que su querida amiga le había comentado días atrás, fue más bien recibida con una profunda preocupación que con una sonrisa amena. 

Incluso la marquesa Pinnock, quien hace días se había recuperado de la conmoción que le causó la existencia de su hermano, tenía una expresión angustiada nuevamente.


-Pero, bueno...-exclamó la condesa caminando lentamente hacia la sala de té mientras la vizcondesa Nelson les decía a sus sirvientes que bajo ninguna circunstancia debían interrumpirlas.-¿Sucedió algo? 


La marquesa Pinnock abrió la boca con duda pero enseguida la cerró cuando la vizcondesa Nelson apareció con una bandeja de bocadillos. En seguida, los depositó en la mesita de color coral, justo al lado de la tetera de porcelana verdosa con tal rapidez que la condesa Thirlwall se sorprendió.


-Querida, ¿tu doncella no debería hacer..?

-Norma, la situación lo amerita. Ahora, por favor, toma asiento porque a juzgar por tu expresión veo que aún no te enteras de lo que está en boca de todos.

La condesa asintió. Pocas veces su risueña amiga empleaba ese tono serio y las veces que lo hizo fue para comunicar algo sumamente importante. 

-¿Tu esposo está bien?

-Ay, querida Norma.-exclamó la marquesa lamentándose. Su pañuelo rozó sus boca por un segundo.-No es del esposo de Olivia por quién debes preocuparte. 

-¡Oh, claro que no!-respondió la vizcondesa notablemente furiosa.-Es lady Edwards. Una mujer tan vil como ella no puede ser considerada ni una dama. 

-Por favor, explíquenme de una vez lo que está sucediendo.-pidió la condesa sin poder soportar un minuto más de aquella intriga que no le causaba buenas vibras. 


En una extensa reunión amical en la cómoda y cálida sala de té, las dos amigas le contaron con lujo de detalle lo que estaba en boca de todos para aquella hora de la mañana. En el transcurso de la narración poco a poco la condesa comprendió el porqué de aquellas miradas ajenas y concluyó en menos de un minuto que si el duque Edwards no se pronunciaba o en todo caso, aclaraba aquel terrible malentendido, ella misma se encargaría de ser la autora principal de un asesinato a un integrante de la familia imperial.  

La marquesa Pinnock le pidió calma, serenidad y compostura ya que usualmente Norma era de mantenerse de ese modo; sin embargo, el solo nombramiento de su única hija en un escándalo que no solo podía dañar su reputación sino que afectaría grandemente su futuro, exacerbó en ella emociones oscuras y perversas que solo una madre sentiría ante la amenaza latente rondando su familia.

La vizcondesa Olivia por su parte animaba a Norma a hacerle frente al duque Edwards por ser un aparente estafador y porqué no también a lady Edwards. Aunque hace poco había alabado lo bien portado que era en ese preciso instante de su boca solo salían los peores adjetivos por escuchar en una dama. 

El secreto de la familia Edwards |Jerrie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora