Cuando el duque Edwards vio, por primera vez en dos días eternos, a Jade, no quedó ninguna duda o vacilación sobre el sentimiento persistente en su pecho.
La imagen de la dulce jovencita llorando sobre su persona y la impotencia que sintió, despertó con ella a altas horas de la madrugada del día del incidente. Exaltada y con la frente sudorosa, los ojos llorosos de Jade aparecieron como ráfaga furiosa en su habitación. Luego, fue consciente del lugar donde se encontraba y al percatarse de los pañuelos en las heridas pertinentes, el dolor agudo y venoso de la pierna le causó tal impacto que fue desvaneciéndose nuevamente en la cama, lentamente. El hombro le pesó como nunca y a pesar de las enormes ganas que tenía de ponerse de pie, permaneció sobre su espalda, mirando la pintura blanquecina de su techo.
No podía hacer nada, por ahora. Encontrarse en tal estado y sin ninguna señal de algún criado al lado para brindar información, decidió que lo más razonable era descansar.
A la mañana siguiente, muy temprano y apenas con los sirvientes realizando sus labores, Yul entró a su habitación. Le llevó unos segundos percatarse de su amo, sentado y leyendo un libro que había dejado en su mesa de noche. Perriett, al notar la presencia de Yul abrió la boca con la intención de obtener información que lo pusiese al día, pero Yul no dejó hablar hasta que hubiese terminado sus exclamaciones de alivio y alegría.
Muy a pesar de que el duque hubiese sido envenenado con las flechas y que los criminales hayan sido apresados en el acto, la noticia del estado de shock de Jade fue lo que más preocupó a Perriett. No tardó en preguntar si era grave y Yul procuró responder con la sinceridad posible de los cotilleos del momento en el Imperio. Escasa era la información pero la conclusión fue que no era tan grave como para preocuparse en extremo. Siendo así, el duque se quedó tranquilo el resto del día.
El doctor Knight fue a visitarlo pasado el medio día y muy a pesar de la ausencia de la ex duquesa en la habitación de su hijo, le fue informada su mejora en tan solo horas. Perriett preguntó con la serenidad que lo caracterizada, si el doctor había recibido, indirectamente de la señora Edwards, acelerar los días de recuperación. El doctor, presto a fingir todo lo contrario, afirmó que él mismo demandó dos días de descanso y una semana de alimentos ligeros para su digestión.
Perriett no era tan ingenuo como para creer tal excusa disfrazada del doctor Knight y tan pronto le entregó la lista de horarios de su medicamento, expresó que se sentía sumamente cansado y necesitaba de la sola presencia de su criado personal. Yul, atento a las expresiones de su amo, acompañó al doctor a la puerta de la residencia, despidiéndole, pues, con sutil educación.
La preocupación y horas en vela de la ex duquesa eran solo tonterías que los sirvientes y nobles se encargaban de difundir muy a pesar del poco habla que ella soltara en un desliz de tomar aire de la plaza, en la capital. En poco menos de dos horas, ya todos tenían por enterado lo amoroso y devota que era la señora Edwards.
Por ello, y con una sorpresa que no pudo contener, se precipitó de la habitación al jardín de rosas apenas y obtuvo la noticia de la presencia de Jade tomando el té con su madre. Sabía del deseo insoportable de la mujer por conocerla y justo aquel día podía tomarse las libertades escogidas para pasar un tiempo sin su presencia incalculable. No obstante, llegar al jardín de rosas y ver por primera vez en dos días el rostro de Jade (más vivaracho y con los modales relucir al hablar) no pudo evitar confirmar aquel sentimiento galopante e inquietante.
Aunque con pocas palabras y sin muchos adornos Perriett logró librarse de su madre, esta se encargó de mantenerlo vigilado por dos mucamas que poco o mucho hacían en ambientar el paseo por el jardín del ala norte con sus miradas agudas y fijas. Sin embargo, nada pudieron hacer en evitar la intención que el duque se planteó apenas hace días y que por supuesto deseaba confirmar si de alguna forma pudiera ser mutuo el afecto. Se propuso a realizar una confesión pero notando las circunstancias (luego de caer en razón nuevamente, ya que la conversación de cierta forma había nublado sus sentidos con el ciego deseo de confesarse), la visita terminó con una cita en la residencia Thirlwall.
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El secreto de la familia Edwards |Jerrie|
Fanfic"La dulce y educada Jade Amelia Thirlwall, hija de la condesa Norma Thirlwall, ha cometido un error que incluye al foco de atención y dueño de suspiros de muchas nobles: Perriett Louise Edwards" --- Con mucho amor y cariño a todas las que lean siqu...