18.-La reunión

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Al día siguiente del primer evento de otoño algunos competidores y competidoras tuvieron ciertos dolores musculares propios del poco calentamiento que tuvieron minutos antes de la prueba de arco. Los extranjeros, que se habían vanagloriado días antes de tener todo bajo control, suplicaron que un médico los viniese a atender ya que no podían ni mover un músculo de los brazos para llevarse el café a la boca en el desayuno.

Los sirvientes del castillo Imperial habían tenido que entrar y salir con bolsas calientes y con los médicos guiándolos a las respectivas habitaciones en pleno día de descanso del evento.

-Solo un tonto haría tal cosa como no ejercitar los brazos siquiera tres minutos antes-murmuró el doctor Marcel Heither luego de cerrar la puerta de un príncipe del reino Probell, famoso por tener inmensos terrenos cubiertos de nieve-Ahora, niña ¿a dónde tengo que ir?

-El marqués Wittem pide su presencia con suma urgencia.

El doctor arqueó una ceja con duda. Aquella sirvienta lucía una insignia brillante con el escudo de la dichosa familia y juzgando su rostro algo sonrojado había llegado corriendo desde la entrada del castillo Imperial-Recibí una carta, sí, pero no me especificaron que es exactamente lo que pasa. Que yo sepa ninguno de los hijos del marqués participaron en la prueba.

La sirvienta hizo un gesto incómodo y sin perder la usual postura, respondió-El joven maestro Wittem tuvo cierto percance con sus manos.

-Asumo que es el segundo-la pobre sirvienta optó por no responder y mostrar un rostro obvio sin sobrepasar los límites. El doctor suspiró con pesadez-Guíame, niña. Tengo el tiempo contado.

Una usual mañana para un doctor en el Imperio. 


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La señora Elyse Edwards se estaba hospedando en la residencia del conde Riehllt, conocido por tener algunos negocios en las minas, desde su llegada a la capital del Imperio. El señor de la casa desde años tenía cierta relación amical debido a las inversiones que Elyse tenía con distintos beneficiarios. 

Obviamente con el conde tuvo más afinidad y desarrollaron una especie de cordialidad y respeto absoluto. El hombre se portaba casi de forma paternal con la mujer que aún haciendo algo fuera de ley, tenía el carisma de ganarse incluso su gracia.


-Conde Riehllt, ¿su hijo no desayunará con nosotros?-preguntó Elyse tomando asiento.

El señor negó-Salió al encuentro de su prometida y parecía apurado por obtener algún perdón-suspiró con pesadez mientras los sirvientes servían las tazas y algunos aperitivos extra-Sería un milagro que llegaran a casarse en la fecha acordada.

Elyse se tomó la libertad de reír-Si es este año, creo que es posible. Dicen que las cinco estrellas del sur se alinearán para dicha de los enamorados-dijo-Aunque Danne sea un tanto distraído y crédulo, es un buen chico. 

-Tomaré sus palabras por hecho-el conde sonrió suave mientras llevaba una taza de café negro a su boca. Los panes recién horneados, huevos sancochados y salsas delicadas para la mañana estaban impecablemente alineadas en la mesa-No tuve tiempo para conversar contigo sobre la primera prueba de ayer-Elyse asintió dejando la taza de lado-¿Algo para contar y animar este desayuno?

-Era obvio que mi hermano ganaría-el conde sonrió con frescura al escuchar el tono absoluto de la joven mujer-y realmente me sorprendió la ganadora de la prueba de damas. La señorita Pinnock tuvo tan buen tino que ganó muchos elogios. 

El secreto de la familia Edwards |Jerrie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora