27.-Sucesos después del cortejo

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El duque Edwards fue lo suficientemente caballero y valiente como para presentar la petición de cortejo a la condesa Thirlwall frente a Jade y frente a todos los posibles sirvientes que se encontrasen en el vestíbulo antes de retirarse.

A primera vista, fue algo que cualquier hombre con honor hubiese hecho y por lo tanto fue grata sorpresa para la condesa ver al duque mostrando un respeto más allá de su título y su estirpe. Inclinando su cabeza frente a una condesa (siendo está de menor rango) y hablando con el tono adecuado, terminó por conmover a la mujer que al preguntar a Jade por su opinión, esta no hizo nada más que consentir aún más el deseo de aceptar el cortejo del duque. La condesa Norma no tuvo nada más que preguntar, había visto demasiado desde la ventana de su habitación y aunque hacerlo le causó cierta vergüenza al no comportarse como debía, expresó su profundo anhelo por mantener una buena relación con el duque y el éxito del cortejo, obviamente. 


-Aún no entiendo algo, hija-dijo la condesa en la cena-Tú ya eres mayor de edad. Tienes independencia para actuar y aunque siempre pides mis consejos...está vez fue más que solo eso. 

-Madre es tan importante para mí y creo que el duque lo sabe también-respondió Jade con paciencia-Personalmente, el pedido de cortejo me lo hizo en privado, no obstante, el que lo haya presentado frente a usted creo que fue un deseo por obtener su bendición-la condesa elevó la mirada a su hija y halló en ella un rostro rebosante de alegría-Fue muy considerado de su parte y siento que lo estimo cada vez más.

La condesa pudo notar, en las mejillas canelas de su hija, un toque carmesí jovial. Sonrió con ternura-Estoy muy feliz por ti, querida Jade. Has encontrado a alguien capaz de relucir facetas tuyas ocultas por mucho tiempo y no sabes cuan agradecida estoy con el mundo por ver esa expresión de felicidad en tu rostro. 


Y no solo la condesa fue dichosa con aquella noticia. 


Jesy y Leigh-Anne no pudieron contener sus rostros de emoción cuando la noticia les fue comunicada por una tímida pero alegre Jade. A sus ojos, la más pequeña del grupo había alcanzado algo que por años estuvo ignorando y la pedida de un cortejo de parte de un hombre prometedor no pasó desapercibido, por lo cual dieron llamado a Liana para que se les uniese en la pequeña fiesta de té inesperada en aquel día. 

Las cuatro mujeres disfrutaron del resto de la tarde entre bebidas y postres que, a pesar de nombrar aquel festejo como "fiesta de té", de infusiones no había nada. El vino predominó en la tarde y por poco en la madrugada si no fuese por el aviso de la condesa indicando las altas horas de la noche no aptas para que unas jóvenes damas anduvieran en las calles de la capital sin compañía. Como habían pasado horas conversando, reviviendo el momento del pedido de cortejo, debatiendo en cuándo sería la futura boda y muchas cosas de diversión juvenil, las botellas de vino habían llegado una y otra vez al jardín de la residencia Thirlwall a tal punto que la condesa tuvo que intervenir e indicar que sería suficiente por aquel día. Obviamente las jóvenes estaban embriagadas y sería un horror garrafal verlas en aquel estado siendo parte todas de la nobleza. Todo aquello lo pensó la condesa con una sonrisa oculta ya que ver aquella escena, donde todas trataban de mantenerse lo más serias posibles y aparentemente sobrias, revivía memorias de diversión inocente con la marquesa Pinnock y la vizcondesa Nelson. 

Los carruajes poco a poco fueron llegando. Todos a excepción el de los Morells. Siendo el resultado ese y viendo la noche avanzar cada vez más, la condesa declaró a Liana como invitada en la residencia Thirlwall recibiendo de la servidumbre la atención más cordial y atenta en su estadía.

El secreto de la familia Edwards |Jerrie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora