⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀𝐀𝐍𝐆𝐄𝐋
❝Los ojos son la puerta del alma; por más que quieras ocultar lo que sientes, tu mirada me dará la respuesta❞
Una amenaza tan sutil pero severa, digna de alguien que asemejaba ser un ángel personificado. D...
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀La noche inundaba con su frío aire el ambiente, adentrándose por las ventanas del departamento, pululando en la sala de estar, abrazando con sutileza la figura de Dazai. Carente del abrigo —permitiendo la vista de sus brazos vendados—, el hombre descansaba en el cómodo sofá, recargando su cabeza en el respaldo. Su mirada en el techo estaba posada, escuchando las sosegadas acciones que realizaba la mujer en su habitación.
Había sido muy bien atendido al entrar; Uriel lo llevó hasta el sofá, le sirvió agua y le preparó café, acompañándolo hasta que en cierto punto se ausentó.
Dazai debía reconocerlo, la atención de Uriel era acogedora. Además, podía decir que el café que preparaba era delicioso, con la proporción justa de cada cosa.
—Siento la tardanza.
La voz de Uriel hizo eco en la cabeza del hombre. Pronto, la imagen del techo fue desplazada por una más agradable. Ella se había posicionado detrás del sofá, observándolo desde arriba con una sonrisa amena sobre sus labios, estando algo inclinada hacia él. Osamu la miró unos segundos y se reincorporó, realizando un gesto despreocupado como respuesta de su previa disculpa.
Era la primera vez que la veía con ropas más cómodas y holgadas. Se mostraba tan natural y relajada ante él que no evitó sonreír con burla. No eran una pijama, pero era menos ostentoso que sus ropas diarias.
Su presencia cerca de él no duró mucho, pues se llevó la taza que él había ocupado. La siguió con la mirada, vislumbrando el movimiento que realizaba en la modesta cocina.
—Osamu, ¿le gustaría seguir bebiendo? —cuestionó desde la barra, apoyando sus codos sobre esta, observándolo con suficiencia.
—Muchas formalidades de su parte cuando ya ha de saber que estoy dispuesto.
La dama sonrió, dejando ver los dos vasos que había tomado pocos segundos antes de preguntar. El varón rio coqueto debido al claro juego que ella preparó. Uriel no se hizo esperar; en poco tiempo ya tenía los vasos llenos de hielo en sus manos.
—¿Quiere hacer los honores usted o los hago yo? —cuestionó tranquilamente, refiriéndose a la apertura de la botella.
Dazai, galante y servicial, llevó sus vendadas manos hacia la figura de cristal que resguardaba el alcohol, arrebatándola de las manos femeninas en un dócil movimiento, abrazándola con los dedos de una mano mientras que la otra tomaba la instrumentaría necesario para abrirla. Uriel rio con suavidad, dejando todo en sus manos, tomando asiento a su lado sin dejar de admirar cada movimiento que daba como resultado la apertura de la botella.