▬▬▬ chapter thirty two

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capítulo trigésimo segundo ━━ la anhelada catarsis de aquellos indignos 》

⠀⠀⠀⠀⠀El flujo del tiempo era, cuanto menos, un objeto de reflexión inefable

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⠀⠀⠀⠀⠀El flujo del tiempo era, cuanto menos, un objeto de reflexión inefable. Saber cómo funcionaba era algo que escapaba de la comprensión de los seres humanos. Puede que la ciencia explicara con precisión cómo se desarrollaba en cuestión de horas, minutos y segundos, pero nunca tomaban en cuenta la percepción emocional que poseía cada individuo. El aburrimiento y la ansiedad retrasaban el flujo del tiempo; felicidad y exaltación, por el contrario, lo aceleraban. Cualquier persona que se haya puesto a reflexionar sobre las nimias de la vida en algún momento libre sabía de esa extraña condición; empero, al verse como protagonista de una situación así, todo conocimiento previo desaparecía casi como por arte de magia y lo mantenía preso de las manos del tiempo.

⠀⠀Uriel estaba en esa situación. Se sentía como un ratoncillo que se paseaba por las manos de Chronos. La semana ha consistido en esa dinámica de añorar por la llegada del día acordado. Al comenzar la mañana, todo se sentía mucho más lento, como si la espera la carcomiera por dentro; no obstante, al llegar de nuevo al crepúsculo, notaba las horas que habían pasado entre tantos pensamientos, mientras que, al despertar, la cuenta regresiva disminuye. El ciclo se repitió hasta que el conteo dejó de ser de días y pasó a ser simples horas.

⠀⠀Al estar en la agencia, se distraía con las asignaciones y los dos adolescentes que se estaban enganchando a su manga en ese momento. En todo el transcurso lento y agonizante del día final, no se había topado con Osamu, lo cual, de cierta forma, le transmitía algo de tranquilidad. Prefería la idea de recibirlo antes de tener que ir directamente con él. ¿Puede que quizá él estuviera consciente de eso y se haya apiadado de ella? Quién sabe, pero, fuera lo que fuese, lo agradecía. 

⠀⠀Uriel suspiró, mirando de vez en cuando la ventana, donde se veía reflejada la hora mediante los silenciosos cambios que sufría el cielo con el pasar de las horas. Había estado usando la ventana como su reloj natural, midiendo con ella las horas sin tener que ver el número preciso, para calmar su mente de la presencia inquietante de los minutos restantes. Una vez la ventana enmarcó la inconfundible imagen de tonos burdeos, la mujer supo que esa era su hora de retirarse a afrontar la situación que ella había dirigido.

⠀⠀Kunikida se despidió sin antes recordarle lo que debía hacer para la próxima vez que volviera. Atsushi también participó en el pequeño momento, siendo mucho más amistoso y relajado gracias al tipo de vínculo cercano que han estado manteniendo. Las tranquilas palabras que habitualmente escuchaba de Atsushi eran casi como si le deseara buena suerte, desconocedor —tal y como Uriel era— de cualquier cosa que ella pudiera planear.

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Angel ━━Osamu DazaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora