⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀𝐀𝐍𝐆𝐄𝐋
❝Los ojos son la puerta del alma; por más que quieras ocultar lo que sientes, tu mirada me dará la respuesta❞
Una amenaza tan sutil pero severa, digna de alguien que asemejaba ser un ángel personificado. D...
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Con la llegada de otro lunes, las funciones laborales comienzan de nuevo en la agencia armada. Todo se reiniciaba los días lunes: tenían nuevas peticiones, nuevos casos, nuevos archivos y alguna que otra labor que se sumara a su lista de tareas. El inicio de la semana era un nuevo ciclo de cosas que, tras un tiempo, volvían a empezar.
En una señal de aquello, la mujer sueca volvía al movido trabajo ese lunes, repuesta de energía para gastar únicamente en su labor temporal, o al menos eso esperaba.
Como era costumbre, estaba bajo la guía de Kunikida para sus actividades, encargándose en esa ocasión de ayudar al hombre de lentes, cosa que no requería mucho esfuerzo —al menos no todo el tiempo—; el rubio era bastante eficiente y en sus manos muy poca cosa dejaba. La mujer agradeció no tener papeles que requerían su corrección, organización o envío de los mismos..., suficiente había tenido con el trabajo enviado por su jefe y las evaluaciones y reportes que debía entregar, todo para la misma semana.
Estaba acostumbrada a asistir a otras personas, no por nada ese era su trabajo, pero si debía decir algo, asistir a Kunikida se le hacía bastante agradable. Su manera de explicarse y lo organizado que era favorecía —y facilitaba— su experiencia laboral. Sin embargo, esto también se debía a que Doppo, a diferencia de su jefe, no asistía a reuniones cada tanto, no la colocaba a hacer inventario todos los días y a acomodar informes semanales de los demás departamentos. Aún así, no iba a desacreditar a Kunikida de su excelente desempeño como líder.
Llegado un punto del día, pudo encontrarse un poco más libre por la buena organización que se halló, permitiéndose poder aliviarse de la carga de archivos que sostenía en sus brazos por petición del de lentes. En ese calmado período, la puerta de la oficina fue abierta, mostrando al hombre de vendas llegar con tardía. Doppo solo lo miró de reojo y con mala cara, profiriendo maldiciones dedicadas al castaño por lo bajo, estando lo suficientemente ocupado en los registros que estaba acomodando. La mujer extranjera, en cambio, alzó su mano, sonriendo con carisma.
Los ojos de Dazai, similares a las tierras pecadoras, se vieron atraídos por el fallecido brillo del infinito alba, hallando en su poca luz demostraciones que aparentaban ser sinceras. Él le sonrió de vuelta, con jocosidad en su expresión, continuando sin apuros su tramo al sillón.
Uriel, al dejar de ser observada, desvió su mirar sonriente, donde intentó reprimir el cosquilleo en su garganta mediante un ligero suspiro. Puede que ni siquiera esa parte de su metodología sería igual a lo que esperaría comúnmente; ya no era una sorpresa, pero eso no era capaz de apagar el flameante y extraño gusto que le provocaba ver las distinciones que marcaba la presencia de Osamu.
En su mente, el ángel apócrifo se sentía en constante duda sobre las futuras vivencias que pudiese atraer el suicida, al punto en el que se preguntaba qué le había hecho Osamu. Era como si fuese un imán de cosas inesperadas que despertaban sus emociones, dejándole con la agridulce sensación de querer descubrir qué más podía encontrar... No obstante, Uriel dejó esos pensamientos atrás, pues trataría de pensar solo en su trabajo..., al menos hasta que sus nuevas palabras tengan la necesidad de ser emitida.