Me detuve en seco, las palabras se quedaron atoradas en mi garganta mientras mi mirada se negaba a alejarse de ella. Parpadeé digiriendo lo que ella me estaba diciendo. Vi sus ojitos brillantes llenarse de lágrimas que se negó a dejar salir, sus labios temblaban y tuvo que morderlos para que dejaran de hacerlo.
Sus párpados cayeron y de ahí nacieron un par de gotas saladas que comenzaron su recorrido hasta su barbilla pasando por sus mejillas enrojecidas. Ya no sabía si sería por la fría brisa o por la rabia cargada de impotencia pero mi cuerpo se sintió helado. Dejé de pensar. En un solo paso me planté frente a ella y rodeé sus hombros.
Al principio, se tensó. Hasta que no digirió lo que sucedía, hasta que no salió de ese profundo trance, no sucumbió a mi abrazo y su reacción rompió mi corazón en tantos pedazos que no sabría cómo recogerlos después. Solo había una persona capaz de arreglar mi corazón roto y ahora mismo estaba tratando de recomponer el suyo.
Tenía los antebrazos sobre mi pecho. Se aferró a mi camiseta al mismo tiempo que un sollozo devastador rompía en su garganta. Las lágrimas pronto mojaron mi camiseta mientras me dedicaba a acariciar su espalda y pronunciar palabras de consuelo que no sabía si ella estaría escuchando. Tampoco sabía si realmente funcionaria que yo dijera nada cuando ella estaba resquebrajándose poco a poco y no parecía haber nada que yo pudiera hacer para calmarla. Besé su sien una y otra vez en un intento por hacer desaparecer sus males, por que se convirtieran en míos y dejarán de destruir a la chica más dulce y auténtica del maldito universo.
Me culpé mil veces, me insulté mil más. Mientras ella sufría al recordar una escena tan demoledora como la muerte de su padre, yo había estado echándole en cara que no se subiera a la moto de Liz. A todo esto, yo había sido el único que la había dejado tirada a un evento al que yo la había invitado- Yo era la razón por la que había tenido que ponerse en esa tesitura.
Por favor, debería tener el récord Guiness a la persona más insensible, estúpida, inmadura e impulsiva del mundo.
Dejé que se desahogara, las lágrimas salían a raudales por sus ojos y sus sacudidas me dejaban ver que estaba bien lejos de estar medianamente estable. Mi corazón latía tan rápido que era incapaz de percibir si se trataba del suyo o del mío. Ambas almas parecía haberse acompasado en un único latido y, de alguna forma, pude sentir que nuestros sentimientos se unían, que poco a poco le quitaba algo de la carga que estaba soportando en sus hombros con ese simple gesto.
Le permití desprenderse de esos ladrillos que llevaba consigo a todas partes como si fuera una pluma que, en realidad, la debilitaba a cada paso. Esto solo demostraba que mi bombón callaba más de lo que yo alcanzaba a percibir. Su vida estaba llena de tantos lastres, tantas responsabilidades, que nadie nunca le había hecho saber que podía desprenderse de alguna de ellas. Nadie le había permitido bajar la guardia. Siempre estaría alerta. Atenta a cualquier problema en el que ayudar sin importarle que sus propias heridas se infectaran por el camino.
ESTÁS LEYENDO
Por lo menos, no estoy muerto (I.P.#1)
Teen FictionBradley Pettersson había pasado por situaciones devastadoras para llegar a ser quien es. El abandono de sus propios padres podría ser una de las primeras razones de su cambio de actitud. Si a eso le sumas una pasión por las apuestas, una tendencia i...