Capítulo 9 | "Hey, soy Bradley."
— ¿En qué estabas pensando? —interrogué mirando a mi izquierda para focalizar a la peliazul. Su cabello se deslizaba por sus hombros en forma de cascada formando unos pequeños rulos en las puntas. Evitó mi mirada escondiendo la expresión de disconformidad que tensó sus labios en una fina línea.
— No lo sé. A lo mejor que no viniera detrás de nosotras como un perro faldero —espetó creyéndose hasta la última palabra. Arqueé una ceja. Mis ojos se alternaban entre la chica que iba a mi lado y la carretera.
— Estabas robando su expediente académico para ver quien eran sus padres, Liz. ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Quedarse sentado y ver cómo lo sacabas? —reí. Hizo una mueca. Ella de verdad pensaba que el ojiazul no iba a hacer nada y permanecería de brazos cruzados.
— Claro —musitó con voz convincente. Estuve a punto de creérmelo yo también. Sin embargo, la situación era tan idiota a mis ojos que solo quise reír. Sus ojos confusos me enfocaron sin entender. Pretendí mantener en secreto mis pensamientos. El hecho de apostar quién conseguía saber más del otro me resultaba extraño, diferente e inusual. ¿Qué clase de persona vivía todavía en las apuestas?
— ¿Tú te no habrías hecho nada? —le devolví la pregunta. Eso cambió su pensamiento pues sus labios se entreabieron con la intención de responder y después se volvieron a cerrar. Buscaba una respuesta a mi pregunta. La conocía. Sabía lo poco que le gustaba que la gente supiera de ella, amaba el anonimato y ahora se lo estaba arrebatando a un chico que conocía de hace menos de un mes.
— No estamos hablando de mí —refunfuñó.
Aplané mis labios para no reír por su comportamiento infantil. Con una mano agrrando el volante y la otra cambiando de marcha, giré a la derecha. Quedaban menos de diez minutos para llegar al orfanato. La complicidad que vibraba en el ambiente me hacía sentir como en casa. Extrañaba las conversaciones con la peliazul más de lo que quería admitir frente a ella.
— ¿Vas a contarle lo del orfanato? —interrogué de repente. Ni yo mismo supe porque había soltado eso. La mirada de Liz tachándome de demente me cerró la boca y me obligo a desviar el contacto visual que manteníamos.
— ¿Es enserio? —cuestionó incrédula Se retiró los mechones que cayeron por delante de su rostro cuando se giró hacia mí cual niña del exorcista. Me encogí de hombros dando por hecho que no era una coña. Ahora, tras soltarlo, realmente tenía curiosidad. Terminó de ahuecarse el pelo hasta que estuvo cómoda consigo misma, negó con la cabeza y volvió la cabeza a la ventana a su lado—. Es un egocéntrico, rico y va de sobrado. No es mi tipo —confesó. Sus ojos se tornaron más oscuros mientras lo describían y di por hecho que no le hacía gracia hablar del tema. Era la peor persona del mundo por no parar de hablar y seguir insistiendo.
— ¿Por eso le diste la mano el otro día? —curioseé con una de las comisuras de mi boca crispándose en una socarrona sonrisa ladina. Sus labios formaron una enorme O y lo siguiente que sentí fue su puño dándome un golpe en el brazo que me hizo tocar las estrellas—. ¿Qué haces, puta loca? —chillé procurando no desplazar el brazo del volante por querer masajear la zona que me había golpeado.
— Eres un idiota —masculló endureciendo la mandíbula.
— ¿Me vas a decir que es mentira? ¿Si no le estabas cogiendo de la mano, qué estabas haciendo?
— Él me la cogió. —Se defendió con una voz dura y fría.
— Y tú no se la quitaste. Eso es lo mismo—
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Por lo menos, no estoy muerto (I.P.#1)
JugendliteraturBradley Pettersson había pasado por situaciones devastadoras para llegar a ser quien es. El abandono de sus propios padres podría ser una de las primeras razones de su cambio de actitud. Si a eso le sumas una pasión por las apuestas, una tendencia i...