B R A D L E Y
Estaba seguro de que ella me odiaba, era una tontería pensar lo contrario. Me lo merecía, pero también quería tocar a su puerta y decirle que lo sentía de corazón. Ella estaba molesta conmigo y era egoísta que lo único en lo que pensara era en su rostro, en verla, en mimarla, en quererla. Sobre todo después de la actitud y los gestos que había tenido con ella. No demostraban para nada que la amaba, que la quería como si me fuera el alma en ello.
Tenía suerte si todavía conseguía que me dirigiera la palabra. Y lo peor de todo es que sabía que me merecía todo aquello. En mi pecho se instaló una tensa congoja que me hacía querer arrancarme la piel, era tan intenso que no sentía nada más. Mi garganta ardía y mi mandíbula se tensaba de tanta rabia acumulada.
Me odiaba a mí mismo.
No paré de moverme frente a su portal, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda por toda la calle. Con la cabeza gacha, algunos mechones de pelo cayeron por mi frente. Parecía mentira que aquella tarde hubiera estado una hora utilizando gomina, laca y secador para tener el peinado perfecto para aquella cena. Lo único que quería en aquel momento era que América estuviera conmigo, que retirara los mechones de cabello de mi frente porque quería mirarme a los ojos con ese rostro tan tierno, inocente y hermoso. Me dejaría llevar por su tacto, porque su caricia era como un hechizo y yo era inmensamente feliz bajo él.
Joder. ¿Por qué demonios era tan sumamente estúpido?
La había cagado. De nuevo, la rabia se asentó en la boca de mi estómago, batallando por salir a través de mi garganta y escupir fuego por la boca. El puto barbudo me había mandado un mensaje amenazándome de nuevo con el orfanato si no aparecía aquella tarde por allí. Había entrado en pánico, la furia había invadido hasta la última gota de sangre de mi organismo y solo veía rojo. Solo pude pensar en América, en cómo la decepcionaría. Y aún así no tuve las pelotas de decirle que no al endemoniado de mi jefe. No hice acopio de toda mi valentía para ir a casa de la madre de mi novia, aún sabiendo que ese gesto era tan importante para ella.
Supe en el momento en el que puse un pie en aquel antro de mala muerte que me arrepentiría de aquella decisión, me arrepentiría de tener que ver después sus ojitos tristes y su mirada decepcionada. Si es que quería verme después de aquello. Aún pese a saberlo, decidí jugar. Decidí defraudar a una de las personas más importantes de mi vida.
La imaginé esperándome con su madre al lado. Con aquella eterna esperanza y esa bondad que brillaba a su alrededor. Visualicé cómo poco a poco esa luz iba oscureciéndose para dejar paso al dolor y la angustia, a la impotencia de creer en algo que al final no sucedería.
Me había quejado mil veces del comportamiento del idiota de Keane, me había enfadado por cómo la trataba, había querido golpearle por ser tan capullo como para ponerla triste o asustarla. Ahora, no solo me estaba comportando de la misma manera, sino que también le ocultaba por qué lo hacía. La llenaba de falsas promesas que después destrozaba sin escrúpulos.
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Por lo menos, no estoy muerto (I.P.#1)
Teen FictionBradley Pettersson había pasado por situaciones devastadoras para llegar a ser quien es. El abandono de sus propios padres podría ser una de las primeras razones de su cambio de actitud. Si a eso le sumas una pasión por las apuestas, una tendencia i...