V E I N T I U N O

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Capítulo 21 | Soñando por un presente eterno

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Capítulo 21 | Soñando por un presente eterno.

Amaba lo inesperado, lo que no tenías expectativa de que sucediera en el espacio, tiempo y situación que tú pensabas. Si me imaginaba un beso con América era en mi casa mientras veíamos algo en la tele, los dos acostados, ella con su cabeza en mi pecho hasta que paulatinamente sus ojos chocaran con los míos, nuestros rostros se inclinaran para alcanzarnos y, al final, uniéramos nuestros labios. Ella se levantaría para alcanzarme bien, mis manos irían a su cintura y las suyas a mi cuello.

Era lo que me esperaba.

Tras ver al sádico de Keane aferrándose a ella, sometiéndola, un fuego colérico subió por mi piel. Las puños me cosquillearon con la tentación de arrebatarle los besos que le daba de un golpe. Mi mandíbula picó por la fuerza con la que la doblegaba sin ser capaz de tomar ni un ápice de tranquilidad para quitarlo sin que América me quisiera detener. No podía estar calmado. Cada vena que mantenía vivo mí organismo estaba plagada de una furia que solo se calmaría con la vista de la sangre cubriendo su rostro mientras arremetía contra él. Así saciaría mi rabia porque ella no merecía que alguien a quien tanto amaba la estuviera tratando como un trapo sucio que no importaba si se ensuciaba un poco más.

América era la persona más tolerante e indulgente que había conocido nunca. Ella merecía el mundo entero, que la amaran, que aceptaran cada decisión que ella tomara a pesar de no estar de acuerdo. Había deseado tanto estar en su vida, presente en cada una de sus caídas y de sus remontadas que, ver el foco del problema actuar, me mató. exterminó todo rastro de bondad y felicidad con la que venía a ver a América y la convertí en furia, en rencor acumulado contra él, hasta que se expandió y arrasó con él y conmigo.

Hasta que américa sostuvo mis hombros, me obligo a escucharla, a mirarla, y todo lo demás ya no importaba. Keane no merecía la pena. Porque América estaba llorando a moco tendido y mi corazón se resquebrajó tanto que en lo único que pensé fue en llevarla a su apartamento y hacerla descansar. Hacerla olvidar los minutos que había pasado, hacerla hablar para que soltara todo lo que albergaba y escondía en su corazón desde mucho antes de que yo apareciera en su vida. Hacer lo que ella necesitara para que pudiera vivir consigo.

Porque, por cada día que pasaba, ella se iba perdiendo más a sí misma. No ganaría si se daba por vencida, Keane no superaría su adicción porque América se dejara perder. Demonios. América ni siquiera pensaba en Keane de la forma que él quería que lo hiciera. América no lo amaba de esa forma. América anhelaba a su amigo de vuelta, aquel con el que tantas caídas la había ayudado a superar.

Y puede que eso fuera lo que más rabia me causó.

La esperanza por volver al pasado, el dolor del presente y la decepción del futuro.

Quería que fuera feliz, que aprendiera a que las personas algunas veces se niegan a cambiar, que se diera cuenta de que la gente prefiere vivir en una dulce mentira que en una cruel realidad. Pero quería que ella sola se percatara. No me importaba con quien fuera feliz, no me importaba si necesitaba tiempo de soledad para amueblar su situación, sus pensamientos. No me importaba si para ello tenía que alejarme por un tiempo.

Por lo menos, no estoy muerto (I.P.#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora