V E I N T I D O S

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Capítulo 22 | La ruleta de los consejos.

Lo primero que mis ojos presenciaron al entrar al orfanato fue una cabellera rubia y larga corriendo a la velocidad de la luz tras un niño con una risa tan contagiosa que una sonrisa alzó mis comisuras.

—¡Dame el móvil, Peter! —gritó Liz quien mantenía sus ojos clavados en un soldado combatiente de siete años que había encontrado su bunker tras la enormemente larga mesa del salón.

—¡Solo le voy a mandar un mensaje a Thiago! Dijo que me llevaría a uno de sus partidos. —La mirada de adoración brilló en los ojos de Peter. En ningún momento de su corta vida había percibido en el peque esa ansia por saber sobre fútbol americano. Verlo tan impaciente por ir a un partido me pilló desprevenido.

—Thiago está ocupado últimamente, no puede contestarte a cada mensaje que quieres mandarle.

Eso también me desconcertó pues no tenía ni la más mínima idea de que Peter y Thiago hablaran de forma rutinaria. Jamás admitiría que eso me daba ciertos celos.

—Me dijo que podía preguntarle cualquier cosa. —La taciturnidad frunció el ceño del enano. Liz tampoco estaba colmada de paciencia. Sus hombros estaban rígidos y tensos. Podía escuchar a su cabeza trabajar para encontrar la estrategia perfecta para arrebatarle el móvil de un movimiento.

—¿Qué está pasando aquí? —pregunté.

Peter se distrajo para mirarme, con el desconcierto tiñendo sus infantiles facciones. Liz no taró en aprovechar dicho momento para abalanzarse sobre la mesa y volver a tener el teléfono entre sus manos. El renacuajo tardó unos segundos en reaccionar pero, cuando lo consiguió, su enfado me arrojó un paso hacia atrás. En ocasiones el niño podía ser realmente escalofriante.

Me miraba como si estuviera labrando mi muñeco vudú en su cabeza y estuviera en búsqueda y captura de las agujas para terminar de asesinarme sin sospechosos de por medio.

—Me acabas de quitar la única oportunidad que tenía de ir al partido de Thiago —expresó receloso. Se cruzó de brazos e hizo un mohín con el que por poco se me escapa una carcajada—. Me voy a mi cuarto —masculló cabizbajo y con los mofletes hinchados por la molestia.

Alcé las cejas.

—Entonces no te importará que yo también tenga el teléfono de Thiago, ¿verdad?

Tras descubrir que la cosa entre el moreno y Liz iba enserio, la obligué a que me pasara su número. La mayoría de veces se le olvidaba cargar el móvil por la noche o le daba tanta pereza que se dormía sin cargarlo e iba todo el día con el móvil sin batería. Si en algún momento estaba preocupado por ella, quería tener a alguien a quien recurrir.

Mis palabras consiguieron despertar un chispazo de esperanza en el rostro de Peter. Rodeó la mesa con la misma rapidez con la que había llegado al lado contrario cuando huía de Elizabeth. Su pequeña estatura me obligaba a doblar el cuello aunque para la edad que tenía era de los más altos.

Por lo menos, no estoy muerto (I.P.#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora