V E I N T I O C H O (parte II)

496 44 15
                                    

—Hemos llegado —avisó

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Hemos llegado —avisó.

Volteé mi rostro hacia él con una enorme sonrisa en los labios. El revoltijo en mi estómago producto de la expectación y el nerviosismo me hizo bajar del coche tan rápido que escuché su risa detrás de mí.

Había aparcado en una calle prácticamente desierta. Unas cuantas casas que se veían antiguas y ligeramente deterioradas se extendían a lo ancho de la calle mientras que algunos árboles completamente calvos nos rodeaban. Un ligero rubor rosado cubría la atmósfera. Aquello no distaba mucho de una calle normal, con aires de suburbio pero normal a fin de cuentas. Mi sonrisa decayó levemente y me giré sobre mis talones para verlo salir del coche.

—¿Te gusta? —preguntó cerrando el coche con llave.

Nuestros ojos chocaron y formé una sonrisa de boca cerrada tratando de algún modo no expresar que aquello era igual a mi casa, a la manzana de mi apartamento. Me había llevado allí esperando que me encantara todo aquello y solo por aquel esfuerzo ya merecía mi gratitud. Lo había hecho pensando en mí, era más de lo que podía pedir y, mientras él estuviera allí, sabía que aquello no sería para nada algo de lo que arrepentirse.

—Es precioso —susurré rezando para que mi voz no demostrara la punzada de decepción que realmente sentía. El revoloteo de mi estómago aminoró hasta convertirse en una roca pesada que me arrastró al suelo.

—¿Segura? —interrogó acercándose a mí hasta que unos tímidos centímetros nos separaron. Retiró un mechón de pelo tras mi oreja. Lo observé a través de mis pestañas. Me miraba con una plenitud que me emocionó. Cada vez que él me miraba era como si no existiera nada más, como si solo estuviéramos él y yo, siendo nosotros mismos y nada más. No habían problemas, ni devastadores pasados. Solo Bradley y yo.

Me sentí mal al no emocionarme por su sorpresa bien intencionada.

—Sí —susurré forzando una sonrisa.

Bajé la mirada estirando las mangas de mi abrigo. De repente, una carcajada estalló entre nosotros. Tan rápido como explotó, alcé la vista para encontrármelo riendo a carcajada limpia. Abrí la boca y la volví a cerrar frunciendo el ceño en su lugar, confundida.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunté, desconfiada. No entendía nada pero sus ojos traviesos me encaminaron a unas suposiciones que hicieron temblar mis labios de enfado.

—Aquí no es donde quería llevarte, bombón —confesó con la sonrisa tatuada en el rostro. Mi boca se abrió formando una enorme O que le divirtió todavía más porque su risa reverberó con más fuerza. Me miró, burlón con un leve rastro de ternura—. ¿En serio pensabas que este era el sitio? —preguntó—. Solo son unas casas abandonadas. —Se divirtió de mí otra vez profiriendo una carcajada más calmada que la anterior.

Apreté los labios propinándole un golpe en el hombro que, por supuesto, ni tan solo notó. Su risa, que comenzaba a irritarme, parecía reproducirse en mis oídos como un altavoz en su máxima potencia. Mientras tanto, se había dedicado a retirar el pelo que había caído sobre mi rostro como si aquello consiguiera disuadir la molestia que reinaba en mi pecho. Me enfurecía todavía más reconocer que lo conseguía.

Por lo menos, no estoy muerto (I.P.#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora