T R E I N T A Y D O S

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Soñaba con mundos fantásticos, con escenas de libros que hace poco había leído y se habían clavado tan a fuego en mi mente que no me quedó otra que invocarlas en cuanto cerré los ojos

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Soñaba con mundos fantásticos, con escenas de libros que hace poco había leído y se habían clavado tan a fuego en mi mente que no me quedó otra que invocarlas en cuanto cerré los ojos. Hasta que sentí unos besos recorrer mis mejillas, mis párpados, mi nariz, mi barbilla. Sus caricias me sacaron de los lugares recónditos de mi mente, atrayéndome a una realidad mil veces más fabulosa.

Ronroneé consumida por el placer y la emoción que me enloqueció en apenas dos segundos. Sentí su risa haciendo temblar todo mi cuerpo sin cesar en su misión de hacerme perder el juicio con un par de besos.

Aún todavía dormida, mi cuerpo se movió por inercia, ansiando el tacto de su piel con la mía. Mis manos escalaron directas hasta su cabello queriendo que su boca se encontrara con la mía. No tardé en recibirlo, gustosa, saboreando su boca que olía a menta y que me hacía cuestionarme cuánto tiempo llevaba despierto.

Mi mente comenzó a clarificarse poco a poco. Sus besos seguían desconcentrarme interrumpiendo mi propósito de mantenerme dentro de los límites de la cordura. Una fina línea separaba la racionalidad de la locura, y cada vez me alejaba más de aquel equilibrio. Sentí sus manos callosas acariciar mi cintura desnuda por debajo de la camiseta que él me prestó anoche en un tacto tan erótico que se me hizo imposible no gemir de placer.

—Bombón —rugió. Tiró de mi labio inferior, mordiendo tan suave que se sintió como una caricia.

Suspiré negándome a perderme aquella imagen, a que no se tatuara a fuego en mis recuerdos. La realidad al verlo delante de mí se me antojó como un pedacito de cielo creado para hacerme temblar y sentir emociones que podría haber experimentado en mil vidas por su fiera intensidad.

Sus ojos, ensombrecidos, me miraban tan risueños que mi corazón dio un vuelco. Su sonrisa se extendía por todo su rostro y las yemas de mis dedos cosquillearon por querer tocarlo. Me arrebató el aire de los pulmones. El cabello rubio le caía sobre la frente en pequeños mechones que me impedían ver la ternura de su mirada, la felicidad que le invadía y que provocaba fuegos artificiales en mi estómago.

Esta vez no me negué a mí misma aquella tentación. Alcé uno de mis brazos retirando un mechón de su cabello distinguiendo el momento exacto en el que él reaccionaba a mi toque. El problema era que él se recomponía mil veces más rápido que yo. La sonrisa que había flaqueado al tocarlo, se recolocó como si nunca hubiera pasado nada.

Dejó otro beso sobre mis labios que me supo a poco pero que, aún así, revolucionó todo mi cuerpo.

—Buenos días, dormilona —susurró como si no quisiera que saliera de esa vorágine de sueños y calma. Sonreí sobre su boca sintiéndome la chica más feliz del mundo.

—Buenos días —murmuré aún con la sonrisa plantada en mi cara. No sabía cuándo dejaría de sonreír cuando tenía al ser más maravilloso que había visto despertando de la manera más hermosa que jamás habría soñado. Me llevé una mano a los ojos, tratando de dispersar el poco sueño que me quedaba—. ¿Qué hora es? —pregunté buscando inútilmente un reloj por algún lugar. Siempre acababa distrayéndome. Perdí mi curiosidad por saber la hora cuando su caricias me ponían la piel de gallina y encendían partes de mí que arderían como no se detuviera. No me quejaba, me consumiría en cenizas sin con eso despertaba cada mañana así

Por lo menos, no estoy muerto (I.P.#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora