Dos días después fui llevada a una habitación el trato era especial, tanto de los médicos como enfermeras. Tal parece que los Duffy, estamos destinados a seguir el mismo patrón malsano de mi madre. Aquí estoy en una cama de hospital llevando en el vientre a un bebé producto de una noche de copas. La única diferencia entre mi caso y el de mamá y Cas, es que no me pagaron por ella todo lo demás es exacto.
Justo en este instante tengo al padre de mis hijos frente a mí, en sus manos lleva mi registro médico y la orden que recibo no da lugar a negativas. Nadie debe saber mi estado y de saberse, no se puede asociar a él como el padre.
—¿Por qué no mejor deja de visitarme? Asi no tendrá la vergüenza de decirle al mundo que tuvo sexo con una mujer humilde y de origen latino —mi comentario hace juntar sus cejas molesto —lo último que deseo que el mundo sepa es que tuve tan mal gusto de acostarme con usted.
Su luce rostro tenso, aprieta con fuerza la mandíbula, puños cerrados y hombros rígidos. No es de los que les guste ser rechazado o rebajados, pero es una de sus cualidades, ofender a los demás sin importar sus sentimientos.
—No es por lo que cree —habla inspirando fuerte e intenta tomar mis manos que rechazo rápidamente —nena, lo que has pasado es porque se sospechó que el niño es mio ¿Tienes idea de lo que te harán si saben son dos y la certeza que soy el padre? —cuestiona y me alzo de hombros.
—Una razón de más para que no llegue aquí —insisto y bufa —no me gustan sus visitan me tensan y el medico asegura que no debo estresarme.
—Des...cielo no quiero que sufras. —pero no le creo.
Brady dice que un hombre millonario es capaz de hacer y decir lo que sea para evitar caer en vergüenza o que su dinero caiga en malas manos. Gregory Frederick me ha demostrado ser un hombre ruin capaz de comprar una esposa con tal de no ser desheredado. Mis hijos son su boleto a tener las empresas de su padre y yo solo soy el medio para ello.
—Déjeme sola señor Frederick, si nadie puede visitarme usted tampoco puede —hablo girando mi cuerpo en la cama y dándole la espalda.
Estoy incomunicada mi móvil no sé dónde quedó, solo los padres de Gregory llegan todos los días y se quedan el tiempo de visita. El padre de mis hijos en las noches, solo una hora o algunos minutos, tiempo en que básicamente se sentaba a hablar por móvil de negocios, enternecedor. Hoy hizo una excepción y llegó temprano, solo para decirme que no podré decirle a nadie al salir quien es el padre de mis hijos.
Desgraciado, mala leche, personas como él deberían casarse con la peor de las mujeres. Cree que ser de origen de humilde o de descendencia latina y ellos americanos y con dinero le da el derecho de tratarnos como basura. La clase alta sin la media o baja no tendría dinero, ellos necesitan de nosotros para subsistir. Tan alterada estoy que ignoro al hombre en pie en la entrada del apartamento.
—¿Se puede? —Gonzalo asoma la cabeza y sonrió al ver alguien distinto.
— ¿Dime que has camuflado comida? —pregunto al verle acercarse con ambas manos detrás de su espalda.
—Eres una mujer astuta —muestra sus manos y me entrega un paquete de panadería —Tu hermano me dijo que eran las que te gustaba.
Alzo la mirada hacia el dejando a un lado la bolsa, porque nada es más importante que saber de él. Asiente sacando el móvil de su bolsillo y dejándolo en mis manos.
—Llamará en unos minutos —con manos temblorosas espero ansiosa una llamada que no creí realizarse nunca.
Descuelgo rápidamente al primer timbre, ante la mirada de Gonzalo. Lo primero que escucho es lo que siempre solía decir cuando por su trabajo tenía que ausentarse, pero que hoy dolía escuchar más que nunca.
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Un Frederick en Apuros
RomanceLibro I Saga Frederick Él vive en la zona más exclusiva de New York y es uno de los herederos del imperio Frederick. Ella en el Bronx, en la peor casa de la zona. Él ha crecido en medio de lujos, viajes, cócteles y mujeres, pero tiene un vacío que n...