Capítulo 16

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Des

¿Qué comerá en el mismo lugar en que lo haga yo? Eso tengo que verlo, no me imagino su rostro fino en el lugar en donde suelo comer. No hay etiquetas o mesas con manteles finos, cubiertos de plata o champán. Era un lugar al aire libre con mesas y asientos de madera, Emilio te servía los mejores tacos de la ciudad y por un buen precio.

La gran mayoría que iban a ese lugar eran latinos y nos conocíamos entre nosotros. Encuentro que nada de lo que me pongo me queda y miro mi imagen en el espejo. Mis trajes suelen ser apretados, con ese vestido ceñido al cuerpo y de medio lado parezco un liquid Paper. No tengo de otra más que de recurrir al closet y hacia allá me dirijo, un pantalón de maternidad de algodón que se gradúa conforme el vientre va creciendo llama mi atención, aunque su color blanco me causa miedo.

Sin mayores opciones porque de ir vestida elegante se burlarán de mí, tomo una remera de mangas larga y cuello alto y salgo de nuevo de ese lugar. Tiene dos puertas que comunican a las dos habitaciones, no suelo entrar a la habitación del señor, solo el día que me hizo el tour por todo el lugar.  Estoy calzándome los tenis cuando el ruido del ascensor me llega y con ella el tintineo de las llaves tirarse con el maletín en la mesa de siempre.

Gregory Frederick esta en casa.

La única razón por la que escucho ambos ruidos es porque la mesa está dispuesta en la pared de mi habitación. Hay muchos lugares en donde le puede dejar ambos objetos e imagino que dejarlos allí es una forma de decirme.

“He llegado”

—Des ¿Estas listas? —la inconfundible voz del dueño me hace tomar el zapato que aún no me he puesto y salir de la habitación.

—Yo nací lista —respondo señalándolo con mi zapato. 

Sonríe cruzándose de brazos y observándome un instante. Se ha quitado la corbata y el saco, su camisa celeste la ha recogido dándome una vista perfecta de sus antebrazos.

—¿Y bien? —me pregunta al notar mi escrutinio y paso saliva —¿Muy elegante aún? —abre sus brazos y mira su ropa de forma natural, gira para que lo observe en su esplendor.

Creo que a algunos hombres les gustan los halagos y Gregory Frederick no es la excepción. No puedo negar que es atractivo y accesible en estos días, pero sigue pareciéndome alguien inalcanzable. Demasiado asediado por las féminas, yo no estaba para espantar Zorras en celo.

—Demasiado —respondo yendo a un sillón cojeando y con mi zapato en mi mano.

—Ven yo lo hago o llegaremos para el desayuno—se queja, e inca ante mi tomando con una mano el zapato sin importar que sea viejo y con la otra mi pie.

Por alguna razón ese comentario me hace reír, ya ha logrado ingresar mi pie en el zapato, pero la risa lo distrae haciendo que alce la mirada en mi dirección. Es la primera vez que tengo su rostro tan cerca y puedo degustar sus facciones.

Una pequeña vibración en mi vientre me hace detener mi risa, apoyo ambas manos en mi vientre, ante lo que ello significa y Gregory palidece. Se yergue y de rodillas ante mí empieza a hacer preguntas sobre mi estado.

—¿Estas bien? Des… ¿Sucede algo? —apoya su mano en mi mejilla que retiro y su rostro se contrae molesto.

Cambia al ver que pongo su mano junto a la que he dejado allí. Sorprendido y asustado observa ambas manos, el silencio en el lugar es intenso. Apoya su otra mano, esta vez encima de la mía y el movimiento es más fuerte. Lo veo sonreír de forma amplia y acariciar mi vientre, pues los movimientos se sienten en varios lugares. Descubro mi barriga para que sea percibida por ambos mejor y sonreímos al ver que no cesan de moverse.

Un Frederick en ApurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora