Tomé por costumbre acudir una vez a la semana a visitar a la señora Julia, en esas visitas logré ir por mis cosas, y las traje al lugar que sería mi hogar por cinco meses más. El cuarto con ropa nueva pretendía no tocarlo (hablaba en serio cuando dije que vendería algunas cosas allí).
Me iba muy temprano en la mañana a cualquier lugar, no me interesaba el rumbo, siempre y cuando fuera lejos de casa. No usaba el chofer, lo que hasta el momento no me ha causado problemas. Había logrado evadir con astucia a la prensa y salvo las salidas del señor Frederick con la subdirectora del canal, no había nada nuevo. Todos aseguraban que entre ambos había una relación y dado que yo no había sido captada por sus astutos lentes, daban por hecho que ya no había nada entre los dos.
El señor Frederick no se daba cuenta de nada, pues al despertar ya no estaba y en las noches no lo veía. Me daba la impresión que no dormía en casa y no pensaba mucho en eso, para mí lo más importante era mi embarazo.
Han pasado quince días, desde que fui a la casa de sus padres y enfrenté a su hermano, no me dirige la palabra. Aseguró no necesitar de abogados y que no volviera a intervenir en asuntos de familia.
Me quedó claro que no le gustaba que acudiera a su casa, sin embargo, no me arrepentía. No era mujer de engaños, de darlos o permitirlos y me pareció lo más justo aclarar las cosas.
En este instante estaba con Yaz en una heladería, era su día libre y no habíamos tenido tiempo de compartir juntas. Estaba recién casada y se había enterado que esperaba bebé. Por lo que intentaba buscar una manera única de darle la noticia a su pareja.
—Creo que haré una cena —dice y sus ojos color miel se iluminan al hacerlo —¿No crees? —me pregunta y lo pienso un poco.
Su felicidad es la mía, ella tenía todo lo que había soñado, que mi embarazo no fuera planeado, esté en riesgo de perderlos o el padre de mi hijo y yo seamos dos desconocidos no me hacía sentir mal, todo lo contrario, me alegraba que ella tuviera el hogar que había soñado.
—¡Ya sé! —niega divertida y sonrió —te va a gustar...
—No Des, tus ideas son fatales. —sonríe divertida y le hago un guiño.
Yo le llamo divertidas, pero es obvio que mi perspectiva no es la misma que la suya. Mi idea era buena, comprar zapatos de bebé y empacarlos en un empaque de algún juguete sexual. Mi compañera sonríe ante mi ocurrencia y me asegura que por eso nunca conoceré a su esposo.
—Debería indignarme, pero sé que te he dado motivos —tomo una cucharada de helado y lo llevo a mi boca. —ya lo vi en fotos, sé a quién acosar —sigo y niega divertida—me presentaré como su amante y le haré escándalos.
—Lo peor de todo es que te creo—ríe divertida y en segundos yo le acompaño.
De la nada varias personas se acercan hacia mí, en sus manos sostienen micrófonos y cámaras. Son más de una veintena, pienso aterrada y parpadeo al sentir como los flashes me ciegan por un instante. Me increpan con miles de preguntas que intento responder, pero me es imposible.
Es tanta la presión encima de mí que empiezo a retroceder haciendo que pierda el equilibrio y caía al suelo. Cierro los ojos ante agitando mis manos asustada, pero mi caída es interrumpida por un par de brazos.
—La señora no responderá ninguna pregunta —aclara una voz profunda, yo por mi parte solo deseo salir de esa incómoda situación. —si necesitan información sobre su estado el jefe de prensa de la industria está capacitado para darlas. —sigue diciendo.
—Aléjense —ordena una segunda voz.
Asustada ante la situación busco a Jaz quien se acerca a mí y toma mis manos, el grupo que reconozco como los escoltas del señor nos rodea permitiéndonos salir del lugar. Tomada de la mano de Yaz, quien luce tan o más nerviosa que yo, nos dejamos conducir hacia un vehículo con el logo de los Frederick.
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Un Frederick en Apuros
Roman d'amourLibro I Saga Frederick Él vive en la zona más exclusiva de New York y es uno de los herederos del imperio Frederick. Ella en el Bronx, en la peor casa de la zona. Él ha crecido en medio de lujos, viajes, cócteles y mujeres, pero tiene un vacío que n...