Mi madre pareció encantada de vernos aparecer con tanta bolsa. No se me pasó por alto la mirada apreciativa que le dirigió a la bolsa de Victoria’s Secret y, de nuevo, tuve la sensación de que todo aquello había sido parte de algún plan tramado por mis padres para que mi relación con Patrick sufriera un pequeño empujoncito. Sin embargo, el haber visto a R acompañado de su prometida me había bajado el ánimo considerablemente; había notado su mirada e, incluso, había sabido que era él sin necesidad de descubrir su identidad al devolverle la mirada.
El muy cerdo se había limitado a mirarme fijamente mientras Zsofía, su prometida, no paraba de revolotear entre las prendas de ropa, buscando algo de su agrado. No había que necesidad de saber sumar dos más dos para entender qué hacían allí los dos tortolitos; para evitar seguir mortificándome o mantener esa guerra de miradas, había optado por escabullirme con mi hermana, fingiendo que estaba agotada tras esa tarde tan fructuosa de compras y que quería regresar a casa.
Mi madre dio una palmada, como siempre hacía cuando se le olvidaba algo importante y acabara de recordarlo. No me gustó en absoluto la mirada que me dedicó.
-Ah, cielo, Patrick vendrá a recogerte dentro de veinticinco minutos –me informó y frunció el ceño-. Sería mejor que subieras a cambiarte.
No pude moverme de mi sitio. Había dado por sentado que aquella noche íbamos a salir en familia a cenar a algún lado para celebrar mi cumpleaños pero, al parecer, me había equivocado estrepitosamente: mis padres no iban a desaprovechar la oportunidad de que Patrick fuera el afortunado de pasar conmigo lo que quedaba del día. Quizá, creían, eso ayudaría bastante a la relación y sería un momento muy bonito para ambos.
Cuando mi hermana me dio un discreto codazo, me puse en marcha automáticamente: compuse mi mejor sonrisa y fingí que estaba encantada con la noticia. El bajón de lo que había sucedido hoy con respecto a R se afianzó en mi estómago, provocándome náuseas.
Le pedí a Michelle si podía ayudarme a prepararme y ella asintió, contenta de poder pasar un poco más de tiempo conmigo; nos despedimos de mi madre, que se dirigió al salón, y subimos a mi habitación. Dejé a Michelle revolviendo entre las bolsas y comencé a desvestirme en silencio. ¿No podía fingir que me encontraba repentinamente enferma para que mis padres pospusieran aquel plan? Estaba claro que, de intentarlo, era muy posible que me obligaran a ir de todas formas. Para mis padres, al parecer, lo prioritario tenía que ver con Patrick.
Observé la bolsa a rayas de Victoria’s Secret con los ojos entornados, como si tuviera la capacidad de prenderle fuego. Había accedido a llevarme ese conjunto para callar a mi hermana y ahora me arrepentía enormemente el habérmelo llevado. Quizá podría devolverlo.
Michelle me mostró el vestido de Versace negro de una tira asimétrica y una abertura que me subía hasta el muslo, con detalles griegos con piedrecitas de Swarovski y una cremallera con el logo al final de la abertura. Un vestido para una ocasión como ésta, pensé con desánimo.
Le di el visto bueno a mi hermana, que lo extendió sobre la cama, y pasó a elegir otros accesorios para el vestido. Me quedé horrorizada cuando abrió la maldita bolsa y sacó de su interior el contenido; me dirigió una mirada pícara mientras yo me cruzaba de brazos, queriendo que aquellas prendas desaparecieran de inmediato de mi vista.
-Ocasión especial –me recordó Michelle, con sonsonete.
-Tiene tirantes –observé-. Y con este vestido no quedaría bien ir enseñando la tira del sujetador.
Mi hermana me sonrió con picardía.
-Se pueden quitar o, si así lo prefieres, puedes llevar solamente las braguitas –opinó.
ESTÁS LEYENDO
LAST ROMEO
ChickLitCondenados a odiarse. Destinados a amarse. Desde pequeños, tanto Genevieve como R han visto cómo sus dos familias intentaban deshacerse la una de la otra. Siempre han convivido desde niños con un único mantra: "esa familia no nos conviene; esa famil...