Era consciente de cómo me estaba rompiendo poco a poco. Había tratado de retrasar ese momento todo lo que me había sido posible... hasta que no había podido contenerme más; desde que le había pedido a R de una forma discreta que se quedara conmigo había tenido la angustiante sensación de que me estaba equivocando.
Sin embargo, mi corazón se había desbocado ante la cercanía de R y me recordaban cómo le había rechazado en su coche, cuando habíamos logrado alcanzar el Centro sin que ninguna patrulla de policía pudiera dar con nosotros. Era capaz de sentir en mis pulgares el agitado pulso en las muñecas de R, como si nuestros corazones estuvieran latiendo a la misma velocidad.
Y, sin embargo, tenía miedo. Miedo a lo que seguía despertando en mí a pesar de todo el daño que nos habíamos hecho mutuamente; entreabrí la boca para poder coger más aire y esperando impacientemente su respuesta.
¿Estaría en lo cierto? ¿Nos habríamos obligado, quizá por inercia, a sacar algo en claro de aquella relación que tanto daño nos había causado a nosotros dos y al resto de personas que nos rodeaban?
Los párpados de R bajaron, tapándome la visión de sus iris grises. Seguía estando fascinada por sus largas pestañas y la forma en la que rozaban la piel que había bajo sus ojos.
-No lo sé –reconoció. Su tono era desolador y me tragué las lágrimas como bien pude-. No lo sé, Genevieve. ¿Y qué si ha sido así? Sé que la he cagado en multitud de ocasiones, pero no me arrepiento en absoluto de haberte conocido, de haber estado contigo...
Su voz se apagó lentamente. Apreté mis manos sobre sus muñecas, intentando de mantenerme entera; yo tampoco me arrepentía de lo que había sucedido entre nosotros, de los buenos momentos que habíamos pasado juntos. Bien era cierto que, en algunos momentos, si pudiera retroceder en el tiempo hubiera actuado de otra forma, solventando el daño que había causado con mis actos o imprudencias.
Recordé cuando me llevó fuera de los círculos donde nos habíamos movido para invitarme a una hamburguesa; el sitio que eligió era acogedor y nos brindaba intimidad. Había estado acobardada de alejarme de todo lo que conocía, yendo a rincones de la ciudad en los que jamás había puesto un pie.
Después pasé a la noche en la que apareció completamente borracho en mi balcón; contuve un suspiro cuando rememoré su cuerpo durmiendo al lado del mío, estrechándome entre sus brazos.
-Me hiciste tan feliz –suspiré-. Pero también me has hecho tanto daño...
Tragué saliva al recordar todas las ocasiones en las que R se había encerrado en sí mismo. Tampoco podía apartar de mi cabeza las veces en las que había estado con Elsa, quizá más de las que yo tenía constancia, solamente con un único motivo: hacerme daño. Así era como R lidiaba con sus problemas: respondiendo con todas las bazas con las que contaba para hacer un daño aún mayor.
¿Por qué no me rendía? Lo había intentado, incluso había creído hacerlo cuando nos habíamos vuelto a reencontrar tras esos cuatro meses en los que ambos estuvimos separados; sin embargo, me era imposible. R era como un fuerte imán que me atraía con una fuerza devastadora; conseguía hacerme feliz y también sacaba lo peor de mí.
Pero yo seguía yendo tras él una y otra vez, haciendo caso omiso a todo lo que había tenido que sufrir en el pasado. Quizá era porque no soportaba verle tan hundido, intentando destruirse a sí mismo y, a su vez, a todo aquel que estuviera cerca de él.
-Siempre lo jodo todo, ¿verdad? –musitó y su tono me resquebrajó un poquito mi corazón.
Solté una de sus muñecas para acariciar con cariño su mejilla; bajé la mano lentamente hacia su pecho, donde la dejé.
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LAST ROMEO
ChickLitCondenados a odiarse. Destinados a amarse. Desde pequeños, tanto Genevieve como R han visto cómo sus dos familias intentaban deshacerse la una de la otra. Siempre han convivido desde niños con un único mantra: "esa familia no nos conviene; esa famil...