XII. PIECES OF ME.

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Me costó un gran esfuerzo apartarme de Genevieve aquella mañana. Nunca había hecho algo así con ninguna chica; simplemente me encargaba de tirármelas e irme por donde había venido sin prometer nada. Muchas de esas chicas alardeaban de ello, como si yo fuera un trofeo en Bronx y creían que me habían añadido en su bonita colección, la realidad era muy distinta: eran ellas las que acababan dentro de mi interminable lista de mujeres con las que me reía con algunos de mis amigos y de lo que Ken no había estado nada orgulloso.

Sin embargo, dormir con una chica sin hacer nada había sido… diferente. Incluso me había gustado, joder. Al principio me había sentido un tanto violento cuando ella me había pasado un brazo por la cintura y se había acurrucado junto a mí.

Cuando me monté en el coche, me masajeé las sienes. Tenía un fuerte y sordo dolor de cabeza y tenía un molesto dolor en la mejilla. Los recuerdos de lo que había sucedido la noche anterior eran confusos en su gran mayoría, pero otros no tanto. Recordaba que había salido de mi casa hecho una furia y había acabado en un bar de mala muerte, donde me había encargado de dejar su mermada reserva de alcohol mucho más mermada. Lo había hecho porque me había sentido traicionado cuando mi primo se había encargado de decirme que Genevieve estaba saliendo con Patrick Weiss y que únicamente había estado conmigo por puro interés.

Aquella había sido la causa de mi gran borrachera y ni siquiera recordaba con claridad cómo había podido llegar hasta allí sin hacerle siquiera un pequeño rasguño a mi pequeña Giulietta. Me alegraba el hecho de que hubiéramos podido arreglar todo aquel entresijo, pero me preocupaba Genevieve. Por lo poco que recordaba con claridad, sus padres parecían haberla obligado de algún modo a que saliera con Weiss y ella no había tenido otra opción. La comprendía porque todo aquello me estaba sucediendo a mí; únicamente nos diferenciábamos en un pequeño detalle: yo había pasado directamente a la fase «compromiso». Ni siquiera estaba seguro de que Sofía y yo tuviéramos algo en común.

Aparqué con cuidado a Giulietta en el garaje y comprobé que el Porsche de mi padre no estaba en su habitual sitio, lo que agradecí. No quería tener ninguna discusión matinal estando en mi estado resacoso.

Arrastré mi cansado culo escaleras arriba, rezando para no tropezarme con nadie, y entré a mi habitación con un suspiro de alivio. Cerré la puerta con el pie y me dirigí a la cama, dispuesto a darme una buena sesión de sueños; después llamaría a Genevieve y la invitaría a ir a cualquier lado. Mientras, podría pensar en cómo íbamos a fugarnos y a dónde iríamos de hacerlo.

Había tantos detalles en aquel tentador plan que dudaba que pudiéramos hacerlo en dos días. Aquello iba a necesitar tiempo y no pensaba dejar de ver a Genevieve en todo aquel tiempo que nos quedaba en Bronx.

-Agradezco profundamente que hayas decidido volver a casa después de haberte ido anoche sin decir siquiera a dónde ibas –gruñó una voz masculina y que me provocó que soltara un gemido, mientras me sujetaba la cabeza con ambas manos.

¿Acaso no iba a tener una pequeña tregua por parte de mi familia estando resacoso? Me estaba replanteando seriamente irme a cualquier sitio a pasar mi resaca para evitar que mi familia estuviera jodiéndome continuamente cuando estaba en semejante estado.

Me giré un poco hacia la puerta, con un quejido, mientras Ken me miraba con un gesto de querer saltar sobre mí y estrangularme personalmente con sus propias manos. Pero no tenía ningún derecho de sentirse así: había sido él quien me había obligado a beber al decirme esas cosas horribles sobre Genevieve. El único causante de toda aquella situación, y de mi resaca, era él.

Pero decidí morderme la lengua. No tenía ganas de salir discutiendo con él, ni con nadie.

-Cállate, Ken –le espeté e intenté meter la cabeza bajo la almohada.

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