Me obligué a mirar hacia delante, sin girar la vista hacia atrás para ver por última vez a R parado en mitad de la recepción, con su nuevo amigo a sus pies. Su repentina aparición había sido como un jarro de agua fría, haciendo tambalear los cimientos de aquella fortaleza que había construido a prueba de su persona; su comentario hiriente no había tenido la eficacia que él había querido, aunque sí que me había molestado que pusiera en duda lo que le dije sobre mi aborto.
Cerré con fuerza la puerta del coche y miré con atención al chófer, intentando averiguar si había visto a R dentro del edificio y si también había sido testigo de la breve conversación que habíamos mantenido.
Se me escapó un suspiro cuando el chófer arrancó el coche y salimos en dirección de la mansión que tenían los padres de Zsofía en Larssen; había accedido a pasar el día con ella en su impresionante piscina, las dos al sol y cotilleando. Zsofía siempre sabía lo que sucedía y no perdía la oportunidad de ponerme al día a mí.
Sin poder evitarlo reviví en mi cabeza el encuentro que habíamos tenido R y yo en la recepción del edificio. El corazón se me había desbocado al verlo, a pesar de llevar un simple chándal y tirar de un adorable cachorro; luego me había obligado a recordarme qué era lo que R me había dicho: que se había dado cuenta de que lo nuestro fue un error.
Todo lo que compartimos, todos esos momentos, incluso yo, se habían convertido en un terrible error para Romeo Beckendorf.
Bajé la ventanilla un poco para despejarme antes de echarme a llorar de nuevo. Había llegado el momento de dejar de derramar lágrimas por gente que no las merecía, tenía en mi poder documentos suficientes para hundir a mi padre y para provocar que lo perdiera todo. ¿Y qué sucedería después? No tenía a dónde ir y mi familia era lo único que me daba algo de estabilidad.
Quizá podría sustraerle algo de dinero a mi padre para poder largarme de allí. Me iría incluso de Estados Unidos para que se les hiciera más complicado seguirme; podría visitar Italia... podría quedarme a vivir allí.
Me froté la frente mientras la brisa me golpeaba en la cara, calmando mis ánimos. Le había prometido a R entregarle los documentos relacionados con su familia, era lo mínimo que podía hacer: sus tíos y su primo habían muerto a causa de mi propia familia.
Había llegado el momento de que se hiciera justicia.
Me aclaré la garganta cuando el chófer detuvo el coche frente a la verja de la mansión de la familia de Zsofía y le pedí amablemente que le avisara a Patrick que había llegado y que tenía intención de pasar todo el día con ella. Me coloqué la cinta de la bolsa que llevaba y llamé.
Una mujer se encargó de recibirme para después conducirme a la zona de la piscina. Zsofía me esperaba sobre una enorme hamaca, con un enorme sombrero de paja a juego con unas gafas de sol que le cubrían casi todo el rostro; mi nueva amiga sonrió al verme aparecer y se levantó de un brinco para abrazarme con todas sus fuerzas.
Habíamos logrado hacer muy buenas migas y, aunque sabía que la culpa era solamente mía, jamás podría llenar el hueco de Bonnie; Patrick me había puesto miles de excusas cuando le había explicado que quería ver a Bonnie y había levantado mis sospechas. ¿Y si Patrick había averiguado algo sobre la relación que mantenían Marko y Bonnie? ¿Y si quería mantenerme alejada de ella para que no pudiera darme información sobre R?
Compuse mi mejor sonrisa y dejé a mis pies la bolsa con mis cosas.
-Ay, cielo, ¡tienes un cutis resplandeciente! –me alabó.
No pude evitar sonrojarme. Anoche me había ofrecido libremente y Patrick no había puesto ninguna pega; debía reconocer que nos compenetrábamos bastante bien en ese sentido y que, cuando nos acostábamos juntos, me permitía apagar durante un tiempo y olvidarme de todo.
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LAST ROMEO
ChickLitCondenados a odiarse. Destinados a amarse. Desde pequeños, tanto Genevieve como R han visto cómo sus dos familias intentaban deshacerse la una de la otra. Siempre han convivido desde niños con un único mantra: "esa familia no nos conviene; esa famil...