XXXIII. NEW DAYS

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GENEVIEVE


Casi tuve que empujar a R para que saliera de la ducha, permitiéndome unos momentos de intimidad. Él se marchó con una sonrisa triunfal y dándome a modo de despedida un buen azote en el culo, al que intenté responderle con un puñetazo en el hombro pero no me dio tiempo.

Aún me resultaba extraño pensar en lo que había sucedido entre nosotros y, comparándolo con las experiencias que me había contado Bonnie, tenía que reconocer que la mía había resultado ser un poco diferente.

Pero no me arrepentía en absoluto de ello.

Pensé entonces en Patrick, en la promesa que me había hecho y en lo inevitable que me iba a resultar esquivar ese momento; había actuado de esa forma tan alocada debido a los celos y el rencor que había sentido hacia R.

Me eché una buena cantidad de gel y comencé a lavarme metódicamente mientras notaba cierto malestar en ciertas zonas; ahora que había logrado arreglarlo todo, tenía muchísimo más claro que tanto R como yo teníamos que marcharnos de allí lo antes posible.

Recordé el anillo que me había regalado R y en el que me había regalado Patrick. Ambos parecían bastantes seguros de su promesa pero... ¿por qué ambos habían llegado a la conclusión que la única solución era el matrimonio? Patrick seguramente habría seguido las indicaciones de mi familia, pero R...

Él lo había hecho porque había creído firmemente que con ello me estaría dando lo que yo le había pedido. Era cierto que yo buscaba cierta estabilidad en nuestra relación, una seguridad, pero no estaba segura de que casarme pudiera proporcionármelo de la forma en la que yo quería.

Me apresuré a salir de la ducha y envolverme en una de las toallas que había cerca de ella para poder ver qué era lo que estaba haciendo R en aquellos momentos; algo en mi interior me empujaba imperiosamente a no separarme ni un centímetro de su lado ni pasar siquiera un segundo alejada de donde estaba.

Lo encontré en el salón, tumbado en uno de los sofás y poniendo demasiado interés en el videojuego que tenía entre manos. Levantó la vista un segundo de la pantalla del televisor para clavarla en mí, relamiéndose los labios y arrancándome una risita bastante estúpida.

Ahora mismo me encontraba en una nube. Como si estuviera flotando en el aire, ingrávida y sin rozar ni un centímetro el suelo.

-Me gusta lo que veo -dijo, sin apartar la mirada de mí.

Me acerqué al sofá y me desplomé a su lado. Su mano automáticamente buscó mi cintura y me acercó más a él; parecía haberse olvidado por completo de su partida pendiente, pero eso no me importó en absoluto.

-¿Serás así de pervertido si decido casarme contigo? -bromeé.

R se recolocó en el sofá y se le escapó un profundo suspiro.

-Eso es un extra que viene conmigo -dijo y sus cejas se juntaron-. ¿Has pensado ya una fecha?

Se notaba la ansiedad por mi respuesta... una respuesta que aún no podía darle o, al menos, no de manera definitiva. Bajé la mirada automáticamente a la mano donde aún llevaba su regalo y lo contemplé unos segundos, buscando la manera de explicárselo de una forma que no termináramos ambos enfrascados en una discusión.

-Déjame que intente arreglar las cosas con Patrick, con mi familia -le pedí.

No sabía siquiera qué iba a hacer. O cómo debía afrontar todo aquello. Estaba segura de mi relación con R, pero tampoco quería destrozarle el corazón a Patrick... aunque se lo iba a destrozar de todas formas; lo único que quería era alargar todo aquello hasta que estuviera completamente segura de que estaba tomando la decisión correcta.

LAST ROMEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora