XXXVII. BINARY SUNSET

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GENEVIEVE


R se quedó durmiendo en mitad del llanto. Yo tenía un nudo en la garganta debido a todo lo que había sucedido y que aún no había tenido tiempo siquiera de poder digerirlo; seguía fría por la muerte de mi primo y por el hecho de no haber intentado retener a R. Teo siempre se había comportado como un monstruo conmigo y, aunque jamás repetiría esto en voz alta, estaba aliviada de que hubiera muerto; si Teobaldo estaba muerto, eso significaba que todo mi infierno habría terminado.

Para siempre.

Tenía el vestido húmedo por las lágrimas de R y no quería moverme por temor a despertarlo; era la primera vez que lo había visto tan vulnerable que... que había notado cómo mi corazón se partía. Kendrick no se merecía un final así, no después de todo lo que había hecho por nosotros, por R.

Se me encogió un poco más mi maltrecho corazón cuando fui consciente de que el sacrificio del primo de R había sido por amor.

Teobaldo siempre había sido un monstruo que había conseguido engañar a las personas que lo rodeaban con dulces palabras y una fingida y cuidada actitud que lograban embaucarlos, menos a mí.

¿Por qué siempre se había mostrado tal y como era realmente conmigo en vez de tratar de endulzarme como al resto? Desde niña le había temido y, hasta ayer, no había sido capaz de hacerle frente.

En mi cabeza se repitió cómo R apretó el gatillo y cómo la cabeza de Teobaldo golpeó contra el suelo, debido a la fuerza de la bala que le había atravesado de lado a lado el cráneo; apreté los dientes mientras controlaba la náusea que amenazaba con proseguir por mi garganta.

No me arrepentía ni me dolía en absoluto el final que había tenido mi primo porque realmente se lo merecía. De haber sido yo, quizá también hubiera apretado ese gatillo... pero lo había hecho R y yo me había convertido en su cómplice.

Tragué saliva con esfuerzo. Jamás se me hubiera pasado por la cabeza que me vería mezclada en un asunto de semejante calibre.

Me vi alejada de mis pensamientos y de lo que podría sucederme cuando el timbre de mi teléfono comenzó a sonar de manera estruendosa; R soltó un respingo y se dio media vuelta para seguir durmiendo.

Logré salir de la cama y me encaminé hacia la cómoda donde había dejado mi bolso la noche anterior; dentro seguía sonando el teléfono con insistencia. Por un segundo creí ciegamente que era mi familia... quizá alguien habría encontrado el cadáver de Teobaldo en el mar y les habían avisado; sus padres y su hermano menor aún seguían de viaje, por lo que la única familia con la que podían contactar eran con mis padres.

Pero la persona que me estaba llamado era Patrick.

Me encerré en el baño y descolgué, sin saber muy bien qué podía esperarme de aquella llamada.

-¿Patrick? –fue lo primero que dije.

Era estúpido, pero no sabía cómo empezar con aquella conversación. Al otro lado de la línea se escuchaba la respiración agitada de Patrick.

-¿Dónde estás? –la pregunta me cogió totalmente desprevenida.

Miré a mi alrededor, buscando algo de inspiración. Había desaparecido de mi propia fiesta sin decirle a nadie dónde iba o con quién iba; estaba segura que la muerte de Kendrick ya se habría hecho pública y que, tarde o temprano, también se sabría lo que había sucedido con Teobaldo. ¿Qué sucedería entonces? No había que ser un genio para relacionar ambos sucesos, ya que había sido la misma arma la que había sido el causante de la muerte de ambos. ¿A quién apuntarían como sospechoso principal del caso?

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