LIII. LOVE DEATH BIRTH

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Al final, los niños cayeron rendidos junto a R en su cama; él palmeó el lado que quedaba libre y yo me acurruqué en ese trozo de cama, notando cómo las fuerzas iban abandonándome poco a poco. Se me hacía imposible creer que la madre de R hubiera muerto de manera tan repentina y, aunque no estaba dispuesta a hablar con R en ese momento tan doloroso, sospechaba que había algo extraño detrás de aquella muerte.

Cerré los ojos, apretándome contra el cuerpo de R mientras sus dos hermanos pequeños dormían a su otro lado, con el brazo de R rodeándoles. Me rendí frente al agotamiento que me había golpeado tras un día tan duro como el que ambos habíamos tenido.

En mi sueño había regresado a mi casa, al día en que mi hermana Hannah se suicidó y mis padres nos reunieron en el salón para explicarnos la situación; mi madre estaba pálida y se aferraba a su pañuelo, tapándose la boca. Mi padre, por el contrario, se mantenía erguido, con la espalda recta y con un gesto adusto, que impedía traslucir las emociones de aquel fatídico momento que nos había tocado vivir.

Michelle se había encargado de mí en la Academia y no había soltado mi mano en ningún momento; el uniforme le quedaba bien, pero se la notaba alicaída. En aquel instante no entendí a qué podía deberse su actitud apática y ausente, ahora sabía que el motivo tenía un nombre: Kendrick Duken.

Ambas recibimos un duro golpe aquel día, cuando mi padre nos informó que Hannah se había suicidado y que debíamos proteger ese secreto a toda costa, inventándonos la ficticia historia de que había muerto en un accidente. Mi padre sentía cierta predilección por hacer uso de los accidentes para justificar actos que no terminaban de convencerle, como el suicidio de Hannah.

El sueño cambió y me encontré en la sala donde habían dispuesto el ataúd con mi hermana dentro para que pudieran todos aquellos que quisieran despedirse de ella; yo estaba sentada en un sofá apartado de la zona donde habían depositado el ataúd, rodeado de coronas de flores. Michelle, que se encontraba al lado de nuestra madre y el féretro, me dedicó una larga mirada y se acercó hacia donde yo me encontraba.

La observé hasta que llegó a mi lado y me tendió una mano.

-Vamos a despedirnos, Genevieve -dijo con un tono que no admitía réplica por mi parte.

Me puse en pie, ignorando la mano que me había tendido mi hermana, y caminé a su lado mientras la gente con la que nos cruzábamos murmuraba, mirándonos directamente a mi hermana y a mí. Mi madre se apartó de mi camino y se fue a hablar con un nutrido grupo de mujeres que no tardaron en rodearla y tapárnosla de la vista.

Me detuve a una distancia prudente del ataúd porque no estaba dispuesta a ver el cadáver de mi hermana metido en aquella caja de madera, de la que no iba a salir nunca más.

Sin embargo, Michelle me cogió del brazo e insistió en que mirara hacia el ataúd. Yo traté de resistirme, pero tenía bastante fuerza.

-Observa lo que has hecho, Genevieve -me susurró Michelle al oído.

Sufrí un escalofrío ante el tono de mi hermana. No entendía lo que había dicho mi hermana, ya que dudaba que el motivo por el que Hannah había decido quitarse la vida tenía algo que ver conmigo.

Algo se removió en mi estómago cuando Michelle me empujó hacia el féretro, haciéndome trastabillar mientras trataba de mantener el equilibrio; de repente tenía náuseas y mi boca sabía a bilis.

-Deberías habernos hecho caso, querida -dijo mi hermana a mi espalda, con un tono oscuro-. En tal caso aún seguiría vivo...

Me giré para preguntarle a mi hermana qué mosca le había picado, por qué se estaba comportando de aquella forma tan extraña, pero había desaparecido... al igual que el resto de los invitados. Me encontraba sola en aquella habitación con el féretro y con esa pesadez en el estómago que no entendía de dónde provenía.

LAST ROMEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora