*Nina's P.O.V.*
A la mañana siguiente, unos ruidos me despertaron. Al abrir los ojos me encontré con Ed parado frente a la cama, sorprendido y... ¿Decepcionado? Inmóvil, también.
No entendí bien por qué hasta que giré mi cabeza y vi a mi amigo acostado a mi lado, abrazado cómodamente de mi cintura.
Esto definitivamente se veía mal. Muy mal, a decir verdad.
Lo que menos necesitábamos en este momento era una confusión de semejante gravedad, pero no existía una remota posibilidad de que fuera verdadera. Seamos realistas, él era mi mejor amigo gay, resaltemos eso: gay. No se acostaría conmigo ni en un millón de años.
En fin, entendía por qué Ed estaba así, se sentía traicionado, pero tenía que explicarle esta situación sin delatar a Pat.
— Buen día, ¿Cómo estás? — pregunté sonriente.
No obtuve respuesta, por lo que volví a hablar:
— ¿Qué pasa?
Seguía sin responder, así que insistí:
— Ed, ¿estás bien?
Como no se dignó a emitir sonido, me puse de pie y me acerqué a él, quedando mi cara a pocos centímetros de la suya. Suspiré profundamente y agaché la cabeza. De reojo pude ver que él me miró confundido, pero no dijo nada. Parecía como si no entendiese lo que estaba sucediendo, y mucho menos lo que había sucedido. Sin embargo, al cabo de dos minutos, preguntó con un nudo en la garganta:
— Nina, ¿Hay algo que quieras decirme?
— Ed...— solté — en serio, no puedo decírtelo.
— Pero al menos respóndeme una pregunta.
— Está bien— sonreí de costado, con pocos ánimos.
— ¿Pasó algo ayer entre Patrick y tú?
— No es lo que parece, no pasó nada por el estilo entre nosotros, es mi mejor amigo, nada más.
— ¿Cómo puedo saber que no me estás mintiendo?
— Porque yo te amo, Ed, muchísimo. No tiraría todo al traste con algo tan estúpido como acostarme con mi mejor amigo — contesté suavemente.
— Bien... Pero ¿Podrías al menos decirme de qué trata aquello que no quieres contarme?
— Si te dijera eso...— intenté decir, pero un pinchazo agudo en el estómago me golpeó. Una mueca de dolor se dibujó en mi rostro y salí disparada hacia el baño.
Me senté allí y me confirmé el origen de mi dolor: mi amiga la menstruación. "Período" o "regla", la llaman algunas. Otras, "Andrés", pero me parece asqueroso darle nombre masculino a algo de mujeres.
En fin. Conseguí toallitas en el cajón del baño y de mala gana hice todo lo que se debía hacer. Años de esto llevaba, y aún odia a cada vez que me venía.
Salí del baño y me encontré de vuelta con Ed.
— ¿Estás bien? ¿Qué pasó?— dijo preocupado.
— Sí, sí, cosas estúpidas. Nada grave.
— Me alegro, ¿Qué decías?— preguntó.
— ¿De qué estábamos hablando?
— De aquello que no me quieres contar.
— Ah, sí. No es de tu incumbencia, perdón. Hablemos de otra cosa, ¿sí?