*Ed's P.O.V.*
Desperté llorando, pero no recuerdo por qué. Sí recuerdo que Nina me sacudió violentamente al ver que sollozaba. Le costó despertarme, tanto como a mí me costó recordar lo que había soñado, naturalmente. Quizá había tenido una pesadilla, quizá estaba angustiado. ¿Quién sabe?
Al verme despertar, Nina se tranquilizó instantáneamente, y acto seguido, me rodeó con sus brazos en un tierno abrazo protector:
-Mierda, Ed- exclamó aliviada- me diste un susto enorme, pensé que morirías.
-Tranquila-reí relajado-No voy a morir por una pesadilla.
-¿Qué soñaste que te angustiaste tanto?
-La verdad que no recuerdo. Lo prefiero así de todos modos.
-Pero, ¿te sientes mejor ahora?- preguntó acariciando mi cabello y dedicándome una mirada dulce y comprensiva.
-Ehm- sonreí-Si te digo que sí, no me seguirás haciendo mimos.
-¿Y eso que tiene que ver?- dijo confundida.
-Tiene que ver con que quiero que sigas acariciando mi cabello, se siente bien- confesé y me volvió a mirar con ternura.
-Está bien. De todas formas, aunque te sientas bien, siempre puedes pedirme caricias, me gusta darlas.
-Genial-hablé contento mientras seguía entrelazando sus dedos con mis cabellos naranjas. Cerré los ojos, cual gato que ronronea al gozar de las caricias de su dueño, y nos quedamos así por un rato. Ni siquiera sabía qué hora era ni a qué hora partíamos, pero en este momento sólo me importaban las suaves caricias de Nina.
Al cabo de unos diez minutos, Stuart irrumpió en la habitación y nos avisó que era hora de irnos.
Las valijas estaban ya armadas y ambos nos encontrábamos vestidos con ropa cómoda y abrigada para viajar. Me coloqué mis anteojos y mis auriculares mientras bajábamos por el ascensor, del cual descendimos rápidamente arrastrando nuestro equipaje. Yo llevaba una valija bastante grande; ella, dos pequeñas. Las tres guitarras las llevaba Mike, pobre, no sé cómo se las arreglaba. Tenía una colgada a la espalda y una en cada mano. Atravesamos el corto trecho entre el hotel y la camioneta y, una vez guardado todo el equipaje, partimos hacia la estación de tren rumbo a Londres.
* * *
Nina miraba a través de la ventana del vagón de tren con su sien apoyada en mi hombro izquierdo. Yo también observaba el paisaje, los campos y las zonas rurales de Gran Bretaña, los pequeños pueblos y ciudades. Tenían un aspecto mágico y de cuento, por lo que podría mirarlos por horas y horas.
Mis ojos, sin embargo, no estaban tan de acuerdo puesto que se cerraban sin pedirme permiso. Luché lo más que pude para no dormirme, pero fue inútil.
El viaje fue tranquilo, y sin siquiera notarlo, habíamos llegado a destino: estación King's Cross de Londres. Descendimos sin decir palabra. Estábamos cansados, y sólo queríamos llegar a la casa. Por mi parte, estaba ansioso de volver a ver a Graham, dado que la consciencia me molestaba diciéndome que había cuidado mal de mi mascota al dejarlo ir. En fin. Cuando, al cabo de media hora atravesamos la ciudad y llegamos a los suburbios en auto, Stu, Mike, Nina y yo entramos con rapidez a casa por el frío que teníamos. Abrí la poco aceitada puerta que hizo un ruido molesto, se nota que hace mucho no visitaba aquello que yo llamaba hogar. Estaba todo en orden, limpio y organizado como la última vez. También, todas las cortinas estaban corridas no dejando pasar la luz y proporcionando oscuridad al ambiente. Prendí la luz y entramos, Nina detrás de mí, caminaba lento con sus maletas y su guitarra, asombrada por lo que veía, hace tiempo que no lo visitábamos. Michael iba relajado, y Stu, habiendo cerrado la puerta tras él, solamente ansiaba echarse una siesta de aquellas.