*Nina'sP.O.V.*
Me desperté abrazada a Ed, odiaba pelear con la gente que más quería, y ya que esta era la primera vez que peleábamos, me sentía peor aún. Sonreí al verlo dormido, noté que, por alguna razón, yo siempre -o casi siempre- me despertaba antes que él.
Me levanté e hice café para ambos, ya que hoy teníamos que irnos directo a York. Me tomé una pastilla para bajar la fiebre, porque me sentía algo mal, y mi café. Después, me até el pelo y me vestí con un jean oscuro y una camisa blanca. Lavé mi cara, me maquillé y, recién después de eso, lo desperté dulcemente, fingiendo mi mejor sonrisa, ocultando el malhumor matutino.
— Ey, dormilón — susurré a su oído— tenemos que salir para York, ¿recuerdas?
Abrió despacio sus ojos y, al verme, sonrió. Deposité un corto beso en sus labios, y luego, dijo:
— Buenos días, Ness— me dio otro beso— ¿dormiste bien?
— Esta noche, sí.
—Me alegro— contestó sonriente.
—Realmente, lo siento— espeté arrepentida, sentándome a su lado— no debí haber hecho tanto escándalo, entiendo cuánto significa tu trabajo, tus fans, dar conciertos y no defraudar a nadie, en serio.
—Gracias por entender, aunque yo estuve mal en contestarte de esa manera tan agresiva...¿Alguna vez te dije cuánto te amo, Nina?— contestó sonriente.
Abrí mis ojos como platos. La verdad, no. Nunca me lo había dicho, ni yo a él. Nunca nos habíamos dicho eso, siempre nos decíamos que nos queríamos y eso, pero... Nunca un teamo.
—No... Nunca me lo habías dicho— respondí con una sonrisa amplia— pero yo también, Ed. Yo también te amo.
— Dios, nunca peleemos de nuevo— suspiró, para luego abrazarme fuertemente.
— Estoy de acuerdo...— dije después de un rato de silencio, poniéndome de pie— ey, te hice café, espero que te guste— se lo di en mano y él me agradeció.
Una hora después, estábamos listos para salir del hotel: valija en mano, abrigos puestos y auriculares en el bolsillo.
— Nos tenemos que ir— nos informó Stuart apenas entró.
Hicimos caso, salimos de la habitación y bajamos en el ascensor.
Cuando subimos al bus, Ed me juró que esta era la última vez que viajábamos así porque ya no lo soportaba, yo, sinceramente, no presté atención, ya que no me molestaba en absoluto.
Estaba sentada escuchando música, revisando Twitter, ytapada con una frazada porque tenía frío, cuando Ed llamó mi atención:
— ¡Conseguí legos! ¡Ahora podemos armar casas! ¡Muñecos! ¡Y todo tipo de cosas! — exclamó sonando como un niño pequeño. Reí fuertemente, y admiré su cara de felicidad.
— ¡Genial!— respondí yo, casi tan entusiasmada como él— ¿Qué quieres armar?
— Uh... No sé... — se rascó la cabeza, pensativo— no había pensado en eso.
— ¡Ya sé! ¡Un gato!— exclamé infantilmente.
— ¡Sí! ¡Sí! ¡Brillante idea!
Nos sentamos alrededor de una pequeña mesa allí y Ed sacó una bolsa gigante de legosde todos los colores. La vació sobre la misma y comenzamos a armar lo que supuestamente sería un felino color marrón. Resulta que, si bien él era el experto en armar cosas de este estilo, como casas o autos, nunca había cruzado su mente fabricar uno. Por lo tanto, ambos estábamos perdidos.